IMPRESOS LOCALES

Medellín: El alma del Centro
La mirada del urbanita

Luis Fernando Arbeláez Sierra
Pedro Pablo Peláez Bedoya
 
 
Medellín: El alma del Centro
 
Presentación
 

Medellín: el alma del centro es la ciudad que anhelamos disfrutar en el año 2050. Es, por lo tanto, la capital que deberían construir sucesivamente los distintos gobiernos locales, sin los ánimos utilitarios ni las pretensiones mesiánicas que corrompen las buenas intenciones de los hombres públicos.

El proyecto, elaborado por consultores privados con el propósito de aportar a la discusión de uno de los problemas cardinales de Medellín a comienzos del siglo, ilusiona por la generosidad y el sosiego con que los autores la piensan en interés de sus congéneres. El diseño de un casco histórico acogedor no lo inspira ninguna voluntad de lucro; por el contrario, es el producto del gesto cívico de los profesionales obligados con el progreso armónico de la capital antioqueña. El énfasis de la invitación a soñar colectivamente la ciudad es espacial, pero no por ello ignora los conflictos conexos que presenta.

La aproximación de Medellín: el alma del Centro constituye una primera propuesta marco, a partir de la cual se hace necesario el diseño de los proyectos específicos que buscan construir la ciudad idealizada, con las debidas consideraciones socioeconómicas visibles en el centro de la urbe.

Con el aporte de una metrópoli pensada con sentido de beneficios comunitarios, UNAULA hace frente a los desafíos que obligan las nuevas políticas de responsabilidad social empresaria. Ojalá un coro de entusiastas acompañaran al claustro, y a los urbanitas exaltados, en este sueño de la Medellín incluyente y humana.

José Rodrigo Flórez Ruiz
Rector Unaula
 

 

 
 
Fragmentos

INTRODUCCIÓN

El centro de la ciudad es el lugar de la historia, de la tradición; es la ciudad fundacional cuya memoria debe ser valorada ya que se constituye en el símbolo mismo de ella. Es el lugar de encuentro de todos los ciudadanos; éste –el Centro– integralmente representa su mayor valor patrimonial. La dignidad del Centro y el respeto por el mismo hablan con claridad de la cultura de sus habitantes, por lo tanto, las acciones tendientes a su conservación y valoración van más allá de lo funcional, y comprometen el prestigio mismo de la capital.

Es el urbanita, el ciudadano de a pie, el punto de partida para una regeneración de nuestro centro tradicional a partir de los valores existentes, teniendo como principio un “humanismo urbano” que, en palabras del maestro Pedro Nel Gómez, nos incita a pensar más en el hombre que en la técnica, en el callejear que en la sola movilidad, y en una serie de acciones que valoren el patrimonio tangible e intangible para devolverle al ciudadano y al centro, su alma y su dignidad.

Nuestro objetivo es que a partir de esta propuesta se inicie un proceso participativo que señale los proyectos estratégicos para “volver al Centro”, dándole a los vacíos –espacios públicos–, funciones determinantes que los califiquen de acuerdo con el potencial que representan.

LOS CONCEPTOS

LA CIUDAD COMPACTA

Las políticas que han de guiar el desarrollo de la ciudad, y que han de quedar plasmadas en el Plan de Ordenamiento Territorial – POT deben partir del reconocimiento de las inversiones realizadas por las administraciones municipales en los últimos años. Con esta base se crean sinergias que no solo justifican sino que impulsan el desarrollo a partir de hechos creados. Es necesario valorar las inversiones en infraestructura de transporte y movilidad, parques biblioteca, colegios, etcétera, con el fin de obtener el mayor aprovechamiento de estas obras.

Por otro lado, es necesario reconocer una herencia cultural reflejada en un sistema de centralidades barriales con identidad, y una conformación territorial que propicia un urbanismo de cercanías, necesario para consolidar a partir de la estructura existente.

La noción de densidad debe ser repensada no a partir del concepto cuantitativo de viviendas por hectárea, sino a partir de una mezcla de usos que propicie actividades económicas interdependientes, que faciliten los intercambios comerciales con la comunidad, y que creen unas relaciones sociales más densas e inclusivas. Como dice el arquitecto Teddy Cruz, “la densidad debe ser medida como la cantidad de intercambios socio-económico por área”.

La ciudad compacta entendida como una ocupación del territorio que respete la tradición y la cultura, que facilite densidades urbanas (empleo + vivienda), es una propuesta que debe ser implementada con el fin de minimizar los tiempos de transporte, crear comunidades menos dependientes del automóvil, y facilitar una ocupación equilibrada del territorio atendiendo las infraestructuras existentes.

No son sólo los indicadores cuantitativos los que dan cuenta del potencial de desarrollo, sino el potencial de construir ciudad a partir de comunidades y barrios cuyas transformaciones, sin olvidar el pasado, sean la base para construir la ciudad del futuro a partir de una estructura donde los sistemas de movilidad y transporte público guíen el crecimiento.

LAS CENTRALIDADES

Re-significar la plaza como espacio público urbano a partir de una arquitectura de primer piso que agrupe comercio y funciones urbanas útiles para la población localizada en su entorno (tiendas de barrio, almacenes de ropa, restaurantes, cafeterías, cafés, misceláneas, etcétera), convirtiéndose en centro de actividad múltiple, que caracterice y dé identidad a cada sector, y que consolide una estructura urbana a partir de la calle como conector con otras centralidades (plazas).

Una ciudad compacta, densa, variada y policéntrica son objetivos fundamentales para la proyección de la ciudad contemporánea, siempre pensando más en un sistema que responda a una estructura de ciudad que a proyectos aislados.

EL ANÁLISIS

Una abigarrada síntesis del centro de Medellín a mediados del s. XX nos permite recordar unos espacios públicos con presencia de distintos estratos sociales, con una conformación coherente donde los edificios públicos marcaban unas referencias específicas; donde los sistemas de transporte señalaban una confluencia y una posibilidad de comunicación con otras centralidades barriales, cines y teatros, cafés y heladerías, almacenes de prestigio, hoteles, clubes sociales, celebraciones religiosas, fiestas patrias y eventos. Pero, específicamente, la calle como lugar de encuentro e intercambio social; todo enmarcado por una arquitectura de la modernidad que reflejaba con claridad el auge del comercio y la industria en la ciudad, y una presencia de numerosas instituciones educativas de todos los niveles. Era el centro de prestigio.

Los nombres de calles o carreras, a su vez, señalaban una identidad y un reconocimiento a los valores patrios y a la campaña libertadora: El Parque de Bolívar, y las carreras de Venezuela y Ecuador, las calles de Bolivia, Perú y Caracas, enmarcaban lo que se denominó la Nueva Villa.

Carabobo y Ayacucho eran los grandes ejes de autoridad. Boyacá, Pichincha, Bombona, Palacé, Junín y El Palo continuaban una relación que, con sus nombres de batallas de la Independencia, definían el centro. La marca de la identidad local.

El denominado Guayaquil, por su parte, conformaba el gran centro de negocios de la ciudad, alrededor de la estación Medellín, del Ferrocarril de Antioquia, y la antigua Plaza de Cisneros. Ferreterías, cacharrerías, depósitos, cafés y restaurantes, hoteles y prostíbulos, almacenes de la más variada índole con productos nacionales y extranjeros, sistemas de comunicación que se extendían a todo el Departamento. Era el gran centro de negocios.