Número 54, abril 2014

La moña en Colorado
Daniel Sáenz. Ilustración: Verónica Velásquez

 

Estoy en Washington D.C. No en el estado de Washington. Tampoco en Colorado. Mi jíbaro no me contesta hace más de dos semanas. Por eso sigo buscando al menos un asomo de moño entre todos los tarritos, cajones y bolsillos de mis pantalones. Nada. ¿Tal vez en la chaqueta de cuero?... tampoco. Mierda. En Estados Unidos el privilegio de la legalización de la ganja es por ahora de dos estados lejanos a la capital, que juntos tienen solo 12,1 millones de habitantes, más o menos el tres por ciento de la población del país.

Ya pasé por chupar las pipas vacías hasta quemarme la garganta al inhalar candela. Ya tosí con arcadas por el sabor a madera con perfume de marihuana requemada. Pero no me animo a coger calle, esas del sureste de Washington D.C. donde viven los negros bajo la segregación invisible de las tasas de arriendo, y en las que todavía existen ollas a cielo abierto. Para este burro sazonado, la prudencia ante la posibilidad de terminar con la visa revocada o atracado es mayor que las ganas de echar humo.

Pero el aire colino de Washington y Colorado, que legalizaron la marihuana por referendo hace más de un año, se siente por todo el país. La ruta de ese pisquero, que no traba pero sí provoca, guía esta crónica verde y abstemia. Aunque arranca en la base del problema de las drogas –querer trabarse y tener que recurrir a un mercado ilegal–, sale en busca de los primeros balances del experimento en Colorado que lleva ya tres meses y medio; el único en el mundo hasta ahora ya que Washington y Uruguay aún no han arrancado con la venta regulada. Un experimento estatal que ha enfrentado a la Casa Blanca con la contradicción de ser el promotor mundial de la prohibición, mientras adentro tiene un humero de marihuana legal.

Colorado
No es casualidad que Colorado sea primero. En este reducto de blancos protestantes en las montañas rocosas fue donde, en 1970, Hunter Thompson, el maestro del periodismo Gonzo, se lanzó de Sheriff de Aspen con una plataforma de legalización total. Para tranquilizar a los votantes, Thompson hizo la promesa de que no comería mescalina durante su mandato si ganaba. Y no ganó, pero estuvo muy cerca. Su plataforma de campaña llamaba explícitamente a la regulación de la venta de todas las drogas, y proponía castigos públicos para los jíbaros "deshonestos" impuestos por la oficina del Sheriff.

Cuarenta y cuatro años después una onza de marihuana en Colorado, es decir, veintiocho gramos de yerba de alta calidad, se vende a 411 dólares. Cerca del veinticinco por ciento del precio final representa impuestos para el estado. Cara. Casi un millón de pesos por lo que se consigue en una olla colombiana por vente mil. Sin embargo, durante el primer mes, las cincuenta y pico de tiendas que lograron obtener su licencia facturaron más de catorce millones de dólares, lo que indica que vendieron casi una tonelada de yerba. Un estudio de la firma de inversiones Moody's reveló hace unos días que el estado de Colorado recibirá este año 98 millones de dólares en impuestos por la venta de marihuana recreativa, cuarenta por ciento más de lo proyectado. Además, el estudio económico proyecta que el mercado legal reducirá el tamaño del mercado negro de jíbaros y narcos, y le ahorrará dinero al estado en costos de policía.

¿Y qué de los resultados negativos de este nuevo mercado ilegal? En el 2012, mientras se debatía el referendo para legalizar la yerba, el Sheriff de uno de los condados de Colorado, David Weaver, advirtió que los ciudadanos solo podrían "esperar más crimen, más chicos usando marihuana, y ventas por todos lados". La predicciones parecían calcadas de la película de Louis Grasnier, Reefer Madness (Locura colina) que en 1936 marcó el estigma alrededor del uso de la marihuana en Estados Unidos. Un grupo de sanos y rectos estudiantes de secundaria son inducidos a fumar por malvados vendedores de yerba. Todo termina en tragedia con el homicidio de una de las chicas, intentos de violación, accidentes de tránsito y la vida arruinada del protagonista.

Otra es la historia de hoy en Denver, capital de Colorado. Las cifras sobre tasas de crimen en enero de 2014, cuando arrancó la venta de marihuana, comparadas con las de enero de 2013, muestran un descenso en casi todas las categorías de delitos. Los crímenes contra la propiedad, como robo y vandalismo, cayeron 14,6 por ciento; y los delitos violentos, homicidios y asaltos sexuales, 2,4 por ciento. Más que atribuir estos descensos a la legalización, los datos muestran que el experimento de la yerba no provocó el caos y la degradación que sus detractores proyectaban.

 

Verónica Velásquez

El dilema de la Casa Blanca
"Es un poco raro estar consiguiendo licencias estatales para cometer crímenes federales", dice Mark Kleiman, el gurú de la regulación del Cannabis. Aunque este investigador de UCLA fue escogido por el estado de Washington para diseñar el sistema de regulación que entrará a funcionar en junio, no deja de señalar que la legalización estado por estado es la segunda peor alternativa del mundo después de la prohibición.

Según Kleiman, en la medida que la legalización se vaya extendiendo a otros estados –ya se ve cerca en Alaska, California y Oregon–, habrá un incentivo por mantener los precios bajos, con menos impuestos, para no fomentar un mercado negro de marihuana desde estados vecinos. Esos precios bajos, a su vez, significarán un mayor consumo problemático y un menor recaudo para tratarlo. Por eso es necesario un sistema federal de regulación, según Kleiman.

"Hay mucho pelo en esa política", le dijo Obama a David Remnick sobre la legalización en su famosa entrevista en The New Yorker, donde soltó la frase sonada y sonora: "Lo veo como un mal hábito y un vicio no muy diferente a los cigarrillos que he fumado durante mi juventud y gran parte de mi vida adulta. No creo que sea más peligroso que el alcohol". Para matizar su punto, Obama aclaró que no está de acuerdo con quienes ven en la legalización una "panacea" para todos los males sociales. De ahí el pelo que le crece a esa moña verde en dos estados. Por ahora, la Casa Blanca le ha rebotado la bola al Congreso en lo que se refiere a la contradicción flagrante entre leyes federales y leyes estatales. Y por los laditos, con iniciativas y mensajes importantes pero de bajo perfil, sobre todo a través del Departamento de Justicia, la primera presidencia de un hombre negro ha dado pasos claves para no torpedear estos experimentos.

La negrura de Obama
Aquí entra Eric Holder, el Fiscal General, también negro, y a través de quién, según me decía un activista de derechos civiles en Washington, Obama deja salir su negrura. Holder ha logrado a nivel federal acabar con algunas de las leyes más severas de sentencias automáticas por posesión y venta de drogas que durante años pusieron a cientos de miles de personas de color tras las rejas por vender un par de dosis de marihuana o crack. Y frente al tema de la legalización, el hombre que tiene que hacer valer la ley federal, anunció en agosto de 2013 que permitiría que las iniciativas estatales sigan adelante, siempre y cuando haya una legalización regulada dentro de los mismos estados que cumplan con ocho prioridades establecidas por los federales, como por ejemplo, que no se permita el consumo de menores o el lucro de carteles en el nuevo negocio legal.

Por otro lado, Holder incluso les ha dado una mano a los empresarios de la moña. Como son negocios ilegales frente al gobierno federal, los dispensarios de marihuana médica y recreativa funcionan con efectivo porque ningún banco les recibe la plata. El temor de las instituciones financieras es terminar en un litigio por lavado de activos o recaudación de fondos ilegales. Esta disponibilidad de efectivo generó una ola de robos y asaltos en Colorado, que aumentaron un cincuenta por ciento en los últimos dos años, según cifras de la policía. Entonces, para aliviar parte del temor de los bancos a recibir plata verde, el Departamento de Justicia publicó en febrero de este año unas nuevas guías sobre cómo manejar los fondos de la nueva industria.

El cúmulo de estos pequeños pasos indica una visión cautelosa y amigable hacia la legalización de la marihuana desde Washington D.C. Y aunque no alivia el problema de fondo –la falta de un marco regulatorio nacional– al menos ha permitido que los humos de Colorado, y próximamente los del estado de Washington, vuelen libres y seduzcan al resto del país.

Según una encuesta de la famosa encuestadora Pew Research Center, hoy la proporción de estadounidenses que cree que el alcohol es más dañino que la marihuana es de 5 a 1. Incluso entre los grupos más conservadores, los republicanos y latinos, esta proporción es de 2 a 1 a favor de la bareta. Además, el 54 por ciento de la población está de acuerdo con la legalización de la marihuana. El tabú de la yerba se rompió en Estados Unidos, así solo sea legal en dos estados. Si mi jíbaro nunca me contesta de nuevo, si en un rapto de honestidad y miedo decido no violar la ley de nuevo y nunca volver a comprar porro en el mercado negro, solo necesito un poco de paciencia; llegará pronto el día en que pueda comprar una yerba de excelente calidad al lado de la Casa Blanca.UC

 
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