Número 56, junio 2014
Ha pasado la tempestad pero no la guerra. Según parece viene la paz y la discordia. Luego de veinte días de la elección presidencial que el Mundial ha convertido en anécdota, pueden ser útiles un par de páginas con recuentos y presagios.

Después de la tempestad
no viene la calma

Antonio Navarro Wolff. Ilustración: Verónica Velásquez

 
 
 

Pasaron las dos vueltas de la elección presidencial y por segunda vez en nuestra historia reciente el perdedor de la primera “remontó” el resultado, como se dice en estos días de la Copa Mundo, ganando en la segunda.

Muchos aspiran a atribuirse esa diferencia. La izquierda afirma que si Santos ganó con los votos de la derecha en 2010, lo hizo con los de la izquierda en 2014. En la Costa dicen que los votos de la diferencia fueron los depositados en el Caribe. Otros creen que la derrota en primera vuelta fue un estímulo para los equipos santistas que estaban medio dormidos, confiados en el peso del aparato estatal.

Probablemente todos tengan una parte de la razón. La verdad es que Santos logró sumar muchos más votos nuevos que Zuluaga en las tres semanas definitivas. ¿Qué viene ahora?

Por una parte, el presidente debe considerar cómo armar su coalición de gobierno. No tiene muchas dificultades para hacerlo, y el tema principal es si todos, o solo una parte de los conservadores, estarán en la Unidad Nacional. Un sector de ese partido, elegido con full mermelada en las elecciones parlamentarias, en la segunda vuelta presidencial hizo abierta campaña por Oscar Iván. Marta Lucía Ramírez está diciendo que el partido Conservador no debe tenerle miedo a la oposición. ¿Será que el partido se divide y una parte se mantiene en la coalición de gobierno mientras otra pasa a las áridas tierras de la oposición? Parece lo más probable.

El grupo uribista seguirá la línea de su jefe. Duro y a la cabeza.

La centro izquierda, por su parte, está decidiendo qué hacer. Lo más probable es que no entre a formar parte del gobierno pero haga una oposición selectiva, apoyando temas con los que coincida y enfrentando lo que no comparta.

El Polo está en la encrucijada porque una parte quiere asumir la posición centroizquierdista, mientras que otra se mantendría en la tradición de la oposición radical.

Así las cosas, y contando senadores, estarían en una oposición dura diecinueve miembros del Centro Democrático, tal vez diez conservadores, y como están hoy, tres del Polo, para un total de 32 senadores.

Por el lado del gobierno, tendremos los 47 de la suma de Liberales, La U y Cambio Radical, más los cinco del antiguo Pin, nueve conservadores y uno de los indígenas, para un total de 62.

Los cinco de Alianza Verde, el otro de los indígenas y algunos del Polo coincidirán con el gobierno en unos temas y con los duros en otros.

Las cosas parecen suficientes para el gobierno, pero un estimado de 38 senadores en oposición, con un ausentismo recurrente como el que es tradicional, va a producir sorpresas, sin duda alguna. Por eso debe decirse que después de la tempestad no vendrá la calma.

Lo siguiente es la agenda de contenidos. Se va a comenzar por la prohibición de la reelección inmediata. Parece una paradoja que un presidente que se ha reelegido sea quien lidere el proyecto. Pero al mismo tiempo no hay otra manera de lograr el apoyo gubernamental para esa reforma.

Esa reforma debe contener además lo necesario para volver a un cierto equilibrio de poderes, vulnerado por el “articulito” que permitió la reelección inmediata.

Asimismo es urgente hacer una reforma de la justicia y los órganos de control, en entredicho en los tiempos actuales. El concepto de “concurrencia de poderes” que ha servido desde 1991 para conformar parte de las Altas Cortes y escoger las cabezas de la “ías” parece agotado. Las acusaciones de votos amañados hasta en la Corte Constitucional ya son más que preocupantes.

Hay consenso en temas como la limitación de funciones de la Procuraduría. Pero no se conocen muchas ideas de reforma en los otros temas, aunque algunos hablan de concursos al más alto nivel.

Temas como educación y salud no pueden estar ausentes de las prioridades del primer año. En el primero de ellos podría lograrse un consenso, tal vez el único en los próximos cuatro años, si se maneja con tino e inteligencia. Un salto adelante en educación es un una necesidad nacional. En salud no está claro que pasará.

Para finalizar, un par de palabras sobre el proceso de paz. Aunque las Farc actúan de un modo que confunde a los ciudadanos que no entienden la paz con niños mutilados y demás barbaridades de todos los días, lo cierto es que es probable que en unos meses se firme un acuerdo de fin del conflicto. Lo que no está claro aún es que pasara desde el día uno del postconflicto.

Vendrán eso sí una o dos nuevas reformas tributarias. Educación necesita una. Es pura carreta hablar de cambios serios en esa materia sin más dinero público. Lo mismo puede decirse del postconflicto. Sin dinero para pagar lo que vale llevar el Estado a los rincones donde se ha enseñoreado la guerra, es una ilusión que el fin del conflicto sea el primer paso para el logro de la paz en este país que tanto ha sufrido con la guerra interna más larga de las Américas.UC

 

Verónica Velásquez

 
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