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Número 08 - Diciembre de 2009   

Artículos
"El 90% de los hombres son maricas"
Historias de La Dayanna

Juana y Guillermina

 

Historias de La DayannaNací en Medellín, en el barrio Belén y a los 9 años yo ya sabía que era homosexual. Por la casa había una travesti que se vestía de mujer total y en ese tiempo eso sí que era un escándalo. Pero yo la veía y me llamaba la atención. Cuando le preguntaba a mi mamá que quién era ella, me decía que era un hombre, una travesti, que cuidado.

Mi mamá lo que hacía era tratar de asustarme, pero yo ya sabía por donde iba yo. Con decirle que a mis 9 años ya me gustaba un señor que vivía debajo de mi casa, un inquilino. Porque lo que es a mí siempre me ha gustado el hombre viejo. A mí no me gustan los pelaos.

Desde esa época empecé a llevar el pelo largo y a depilarme las cejas. A los 12 años tenía el pelo casi en la cintura y el rector del colegio me dijo que me tenía que motilar y yo no quería. Entonces decidí contarle a mi familia. Fue muy duro para todos, aunque mi papá lo tomó más tranquilo y empezó fue a darme consejos: que cuidado con las enfermedades, que no me metiera con hombres casados.

Unos meses después me fui de la casa y empecé a trabajar en la calle, en el centro. Un día me ofrecieron trabajo en una peluquería pero me aburrí. Lo mío es la calle.

Entonces empecé a pararme en la esquina con las travestis y ellas me enseñaron hasta a maquillarme. De pronto venía alguien sin pinta de nada y me decían: "Mire, ese es un cliente. Vaya con él y cóbrele tanto" Todo se aprende, al fin y al cabo es la calle, ¿sí o no?

El hombre que busca a la travesti es el que quiere conocer ese escondido que nosotras guardamos. Puede ser cualquiera: el ejecutivo, el abogado, el médico, el profesor de esto o de aquello.

Cuando yo salí por primera vez a la calle era la época de Pablo y llegaban tipos con plata en camionetas, muy machos ellos. Y como en los sitios donde nos parábamos se conseguía vicio, ellos llegaban y nos decían "cómpreme tantas bichas, tantos bazucos y me acompaña a fumármelos". Y claro, uno salía de vueltón con ellos y les armaba los bazucos y les hacía y les decía lo que ellos quisieran y nos daban 30, 50 pesos. Yo no me acuerdo ni qué les decíamos. Me imagino que es como si usted se quiere conseguir una novia o diez novias; como sea, a cada una le tiene que decir su bobada.

El cliente que nos busca no quiere aceptar que tiene su maricada. Y lo más raro, sean pelaos o mayores o ya viejos, y esa es es una cosa en la que no he podido hacerle mucho caso a mi papá, la mayoría son hombres casados. Ahora mismo estoy charlando con un viejo que es un cliente que tengo hace 20 años. Me conoció como de 17. Cuando estaba parada en la calle, él llegaba y se quedaba mirándome, y las otras maricas me decían: "mirá, llegó tu marido" y yo, cuál marido, yo pensaba que me iba a matar porque era de chaqueta negra y moto y todo eso, pero ya lleva 20 años viniendo y si estoy afuera me llama y si estoy adentro viene. Y cuando estaba en la cárcel me mandaba plata y eso que es casado y tiene tres hijos y un buen puesto y plata.

Yo me fui para Villavicencio en el 99 y allá los tombos tienen el vicio de pegarle a las travestis y las paisas no nos dejamos pegar. Nosotras peliamos y nos hacemos cortar o los cortamos a ellos, pero no nos dejamos pegar.

Yo bien nueva por allá, bien bisoña, me agarré con un tombo que me la montó. Me hizo varios tiros pero no me dio y yo no sé cómo alcancé a quebrarle una botella en la cabeza. Con el alboroto él sabía que ya no me podía hacer nada y entonces para desquitarse me montó la Ley 30. Estuve como 5 días encanada y me soltaron.

Yo me vine para Medellín y como a los cinco años me cogieron y me dijeron que me habían condenado como reo ausente por lo de Villavicencio. Me encanaron como seis meses en Bellavista.

No es que quiera repetir, pero para qué, yo allá pasé rico, porque me hice respetar y llegué como la marica que era y no me dejé de nada. Además allá me encontré con una cantidad de pillos y rateros del centro que me conocían y apenas ellos me vieron, no se imaginan el escándalo. De una me cogieron confianza y empecé a motilar a los hombres. Imagínense. Incluso iba a estudiar allá, pero el día que iba a empezar me llegó la libertad.

Cuando uno llega allá, la primera noche lo llevan donde los cuchos, que son los que mandan en el patio. Ellos ya saben por qué está uno allá. A mí me preguntaron que si tenía marido que me visitara y cuando les dije que no, me dieron tres condones que "por si hay derrumbe". Siempre me respetaron. No me gritaban ni marica, ni loca, ni nada. Sólamente que "la polla esto", que "la polla aquello".

¿Allá? Allá todos quieren, sobre todo después de los domingos que hay visita de las mujeres y se ponen a beber y se emborrachan y ya se imaginan ustedes como amanecen. Entonces todos quieren charlar con uno y lo mandan llamar. Claro que allá hay mucha marica también, de esos pirobos, o sea maricas vestidas de hombre, aunque, claro, yo ¡divina!, yo era la marica del patio, encerrada con mil cien hombres y ustedes saben que donde están los hombres, las maricas reinamos. Finalmente, si se saben llevar las cosas, allá la pasa uno regio. Yo me eché mis canitas al aire y conseguí marido y todo porque allá no falta el que quiere y entonces pues uno también quiere.

Todo empezó charlando y el me llevaba tinto y cigarrillos y me vivía preguntando que qué me lavaba y cuando menos pensé, ya lo tenía encima.

El hombre amanecía conmigo y a las cuatro de la mañana el que cuidaba nos avisaba para que él se pasara y no nos vieran, porque es prohibido dormir en parejas. Él se pasaba para su cama y yo quedaba durmiendo divina como la princesa Diana. Es que así lo de dormir juntos esté prohibido en la cárcel, que los catres suenan de noche en Bellavista ¡avemaría! suenan toda la noche.

Definitivamente es que de 100 hombres, 90 son maricas. Mire, acá vienen clientes buscando un travesti y lo primero que quieren es chuparle la verga a uno y que después se las meta a ellos. Vienen porque quieren ser la mujer y les gusta medirse la ropa de uno y uno por plata, claro que se deja comprar, al fin y al cabo estamos es trabajando. Uno les dice: "claro mi amor, pero como usted me contrata como mujer y ahora quiere ser usted la mujer, entonces le tengo que cobrar más, porque yo hombre no soy". Eso sí, yo los involucro y los volteo y les hago de todo para hacerlos botar rápido, porque ahí es donde uno muestra la experiencia de tantos años. Uno se los mete un poquito y ya. Entonces el hombre queda bien emocionado y uno le pide más plata para seguir dándole.

En una noche normal tengo 3, 4 clientes y los fines de semana 5, 6 y hasta 7, aunque a veces a uno lo contrata un cliente toda la noche. El sexo oral vale $10.000, eso sí con condón. La pieza vale $10.000, porque yo no trabajo en la calle; a no ser que sea en un carro que es más diferente, porque el hombre va andando y uno va pegado de esa cosa.

Cuando no quieren con condón, tienen que pagar $10.000 más, pero solo por la mamada. La penetración sí es siempre con condón. El cuadre mínimo con un cliente es por $35.000, que incluye chupada y que él me lo meta.

Yo he hecho y deshecho, y si me han pasado cosas es sobre todo por las demás maricas. Una noche a Vianey, que es una que está en Italia ahora, le pegaron unos tiros por una pelea familiar y yo me metí y me gané un changonazo. Me entraron esquirlas al colon y al pulmón y me tuvieron que operar. Luego en Villavicencio, unos hombres me pegaron como cinco puñaladas por culpa de una marica que se robó una cadena de electroplata y me cogieron a mí, la primera que vieron. A pesar de todo, yo ya sé cómo llevarme en la calle. Yo no soy como las novatas de ahora. Yo sé con qué hombres me meto y sé cómo hacerme respetar de los rateros, que son muy groseros.

Acá no ganan las más lindas ni las más tetonas. Acá ganan las más actuantes e involucradas. Yo me puse tetas hace poquito. Me las regaló mi hermana. Pero eso es la misma güevonada. Con tetas o sin tetas, los hombres que vienen acá lo que quieren es el miembro de uno.

Hay otros que piden de todo: que les orinen la cara, que les brinquen encima con tacones, que los vistan de mujer, que les desfilen, que les traigan más maricas. Son tan atrevidos los hombres que todos tienen esposa, novia, moza, y no descansan hasta que están con todas las maricas de la esquina y luego van más arriba y luego van a San Diego y a Lovaina y no descansan hasta que están con todas.UC

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