Número 58, agosto 2014

 
Universo Centro
invita a bajar
al sótano de Entre el miedo y el
mal
, una recopilación de poemas
y crímenes en 150 años de tinta
y sangre. No encontrarán al
culpable pero sentirán el olor.

 

 

Entre el miedo y el mal

 
Universo Centro
 

En Colombia hay una tradición poética que tiene que ver con el crimen, imágenes del bajo mundo, metáforas alusivas al universo de la muerte y el delito. Los poemas deambulan y conspiran desperdigados en periódicos, libros y revistas sin unidad temática. La antología que ha reunido Emilio Restrepo —lector, autor y gestor del género— es un primer intento que pondrá en aprietos a quien se atreva al segundo. Joyas que brillan en la oscuridad, resplandores desde la escoria, tesoros en el basural.

En estos poemas no se resuelve el asesinato, incluso es posible que en algunos de ellos no haya ni asesino, ni víctima, ni investigador. Pero verso a verso aparecen la atmósfera opresiva, los callejones, las búsquedas que no conducen a ninguna parte. Y están los retratos de ciudad rodeados por el temor, la pobreza, la maldad o el abandono; en resumen, por los estigmas que recrean la esencia del género negro.

En el género negro son primordiales los asuntos éticos, además de los estéticos. Su objetivo artístico es ahondar en los aspectos del proceder humano y social, sobre todo en las sombras de las figuras abyectas, ocultas, perversas, violentas. Caminando a su lado debe estar el lector-espectador respirando con miedo, ansioso y malpensado.

El Ars poético que podría definir esta colección lo escribió Mario Escobar Velásquez en el acta de jurado en la que se premió Manos ineptas, un libro de Carlos Trejos que ganó el Premio Nacional de Poesía de la Universidad de Antioquia en 1995.

“Muy difícilmente hubiera podido creer, antes del libro Manos ineptas, de Carlos Héctor Trejos Reyes, que pudiera hacerse poesía verdadera y honda sin una sola palabra untada de belleza o de bondad o de optimismo o de salud o de cielo o de esperanza o de verde […] poemas que hablan de cosas lúgubres, solamente, como tinieblas, ahorcamientos, Judas de Kerioth, condenas a fracturas y amputaciones, y malos tinos de la vida, y destrucciones, y naufragios, y trampas y muertes y fantasmas y partidas y muertes —para los de las buenas venturas— y ebriedades y sentencias y herencias de miserias y dolores y manos ineptas, como tullidas y engarabatadas...”

Los autores de Entre el miedo y el mal recorren cerca de ciento cincuenta años de poesía y crimen en Colombia. Un amplio grupo de autores que dan cuenta de una realidad que oprime afuera y adentro... Nadaístas como Gonzalo Arango, Eduardo Escobar y Jaime Jaramillo Escobar, representantes de la generación desencantada como José Manuel Arango y Juan Manuel Roca, del grupo Mito como Fernando Charry Lara y Álvaro Mutis, y poetas que no han sido incluidos en ninguna generación como Helí Ramírez, Piedad Bonnett, Raúl Gómez Jattin, Bernardo Arias Trujillo, entre muchos otros, que abordan temas como el miedo interior del hombre común, la vida de la cárcel, el pillaje, el suicidio, la guerra, nuestra guerra tan particular, que cada vez más asume la forma de la delincuencia.

La primera referencia de la búsqueda detectivesca emprendida por Restrepo apareció en un libro publicado a finales del siglo XIX, donde un ‘gato’ planea y ejecuta sus vueltas. Con esos versos infantiles de Rafael Pombo los invitamos a buscar y a leer Entre el miedo y el mal.

Sigan, habrá “francachela y habrá comilona”.

“Ya le he robado a papá / daga y pistolas; ya estoy / armado y listo; y me voy / a robar y matar gente, / y nunca más (¡ten presente!) / verás a Michín desde hoy”. UC

 

Ah y es de nuevo la mañana
Ah y es de nuevo la mañana
tibia y azul
El que está señalado
(en la lista hay una cruz después de su nombre)
liviano todavía
va por las calles
Trae la calavera llena de sueños
Limpio recién peinado
va a sus negocios
Cuando el asunto se despache un nombre
se tachará
Por ahora va por las calles.

José Manuel Arango

Los buscadores de la muerte
Nando se fue por un pequeño hueco
de plomo que abrieron en su frente,
en la esquina de la carnicería.
Magila se deshizo en un chorro de sangre
que salió de su garganta
tras el cuchillo de su amigo íntimo.
Julio preparó un jugo
que de sus entrañas hizo surtidores.
A Carlos Mario lo sorprendió el amanecer
nadando en el charco de sangre
de su corazón partido.
Eduardo viajó a Cali en busca del puñal
que debería traer bien hondo en el pecho...
Este mundo no era la casa verdadera
de los buscadores de la muerte,
pues la casa verdadera es el amor.
Ellos, desde niños ya, andaban buscándola.
Entre los matorrales de nuestros juegos,
sus ojos ávidos bebían su corta estancia
en la tierra. Al ir creciendo, entraron
en los actos que la muerte suele frecuentar
y, a veces, sus manos hicieron que asumiera
el rostro de alguien.
Los buscadores de la muerte
no estaban a gusto en esta vida
y la dejaron pronto,
briznas de rocío en olvidada hierba.

Luis Fernando Macías

Desierto
Las puntas de la lluvia en mis ojos.
Apacible, entre el olor a sudor de caballo,
y gotas fuertes que aplastan la tierra rojiza
reconozco el duelo.
Desafío el miedo centímetro a centímetro
y la tormenta me devuelve las imágenes
cuando intentamos el vuelo de los sueños.
La oscuridad es perfecta, la soledad amplia,
larga la distancia.
El disparo no despertará a mamá
.

Mery Yolanda Sánchez

El espejo
No es verdad que los ojos sean el espejo del alma.
Si tal ocurriera, los asesinos caerían fulminados
Y nada sucede cuando el torturador
cruza
y se peina.

Ómar Ortiz

No nací para morir antes
de estar muerto

De las ilusiones que me hago a alguna llego.
Yo no nací para morir antes de estar muerto.
Olvídese. Así
como no me quedé en la pared de una esquina
pegado de grafiti
en fondo de pantalla para un video.
Nada está perdido para mí.
Y fuera de la consigna “plata o muerte”
que a veces tan burda suena cuando
se escucha desde la comodidad o desde un
mediado estar
me he planteado otras consignas para ser
feliz entre la realidad cotidiana siempre de
reina cruel
cuando se está encajonado entre
un Mínimo de salario que no entrega
una noche de fiesta ni aunque se le
amenace y de la amenaza se pase al
hecho de dejarlo en las afueras de la
ciudad de basura en una bolsa negra..., al
Mínimo. Claro. Con mayúscula.
¿Muy viniendo traición?
Cuidado con ese muerto que quiere hablar.

Helí Ramírez

 
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