Número 66, junio 2015
CAÍDO DEL ZARZO
 
ROMANZA DE AMOR
 
Elkin Obregón S.

 
Vi la final de la Liga Águila con ojo imparcial y paz en el alma. El que nada debe nada teme, y yo soy del Nacional.

Pero lo que más me gustó fueron las cortinas musicales de cada equipo: Alfredo Gutiérrez para el Dim y Pachito Eché para el Cali. Ambas músicas convocan, pero me arrulla desde la infancia la segunda, convertida muy pronto en la canción-himno del cuadro caleño, compuesta, cosa que muchos ignoran, por el gran músico bogotano Álex Tovar. La compuso (letra y melodía, primero bambuco, luego y para siempre porro) en homenaje a Francisco Echeverri Duque, empresario paisa, quien regentaba en ese tiempo el Hotel Granada, de Bogotá, cuya orquesta dirigía el autor. Tovar la grabó con esa orquesta y su vocalista, Jorge Noriega; y es ésa la versión que le da triunfos al Cali, no obstante la existencia de otras muchas grabaciones, entre ellas la de Dámaso Pérez Prado, con la voz de Benny Moré, que le dio al porro un espaldarazo internacional.

Pero los hinchas del equipo valluno se quedaron con la primera versión (a pesar de Moré, a pesar de su amado Grupo Niche), sin importarles que la letra no hablara de fútbol, sino de un prohombre antioqueño. Hace de esto más de sesenta años, y ese canto les ha regalado ya nueve estrellas. Lo demás es loma.

Confesión: siempre quise bailar, aunque soy inepto de necesidad. Pero hubiera querido lucirme con los viejos sones cubanos, que se bailaban en tres baldosas, y con Pachito Eché. Dios no me concedió ese don, pero me vengo de Él en mi imaginación, donde bailo como un rey.

P.D. El título de esta croniquita es el nombre de un pasillo de Álex Tovar, una de las más bellas canciones del repertorio colombiano, que cantó como nadie Carlos Julio Ramírez. Casi nadie la recuerda, por obvias razones. Y casi nadie recuerda a Tovar: estudió música en Bonn, fue violinista en orquestas alemanas y en la Sinfónica de Colombia. Intérprete de muchos instrumentos. Políglota.

 

Elkin Obregon

  
 
CODA
Entre poetas.
En su poema La felicidad, Fernando Linero (Santa Marta, 1957) cita a Hegel, quien luce aquí como un Borges avant la lettre:
“Hegel afirmó que la Historia
no es el lugar de la felicidad:
‘los tiempos felices son en ella páginas vacías’”.
Lo que sigue no es muy bueno, pero Linero se reivindica dos poemas más adelante:
“Reconozco que en el fondo de lo que soy —un montón de cosas que el olvido habrá de depurar—, va quedando una mansedumbre de casa abandonada”.
UC

 
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