IMPRESOS LOCALES

Los árboles se toman la ciudad
El proceso de modernización y la transformación del paisaje en Medellín, 1890-1950

Diego Alejandro Molina Franco
 
 
Los árboles se toman la ciudad
 

En el contexto de la discusión contemporánea sobre la historia urbana, y de las relaciones históricas de los seres humanos con el ambiente, Los árboles se toman la ciudad. El proceso de modernización y la transformación del paisaje en Medellín, 1890-1950 narra cómo plazas, parques, calles, patios y jardines de la ciudad de Medellín empiezan a ser habitados por diferentes tipos de vegetación, tanto nativa como importada: árboles de diversas tallas, arbustos y plantas que cubren los suelos y aparecen en lugares públicos estratégicos, dotándolos de escala, sombrío, aroma y color. Para los ciudadanos, la vegetación adquiere un papel simbólico, mientras son testigos de un proceso continuo de experimentación de siembras, adaptaciones, cruces y reemplazos, en un lugar con características bióticas singulares.

El autor muestra la manera como la comunidad asumió esos nuevos espacios y se fue apartando o articulando a ellos, en una especie de camino generacional de prueba y error, que se va decantando en la historia hasta llegar a dotar a la ciudad de uno de los aspectos particulares que la identifica.

Los árboles se toman la ciudad. El proceso de modernización y la transformación del paisaje en Medellín, 1890-1950 es una lección que sirve a investigadores de diversas disciplinas: urbanistas, arquitectos, historiadores, ecólogos, paisajistas, entre muchas otras. Luego de leer este libro se constata que la percepción de la ciudad se enriquece al atender la masiva presencia de la vegetación.

Jorge V. Ramírez Nieto
 

 
 

El mestizaje de lo mestizo: Medellín y su flora urbana híbrida

Un hecho clave para entender la diversidad vegetal urbana de Medellín es la altitud sobre el nivel del mar de la ciudad; con sus 1.500 m de altitud, rodeada de montañas que alcanzan los 2.600 m de altitud y un valle por el que fluye un río que se derrama hacia las tierras húmedas del Nechí, el Valle de Aburrá y Medellín ofrecen condiciones excepcionales para el establecimiento de plantas con requerimientos ecológicos diversos. Al respecto, en 1886 Andrés Posada Arango afirmaba sobre el Valle de Aburrá:

Colocado en el centro de la zona intertropical, y elevado 1500 metros sobre el nivel del océano, goza constantemente de una suave temperatura, que le proporciona los encantos de una primavera eterna. Además de la amenidad del paisaje, sus calles rectas y aseadas, sus habitaciones alegres, espaciosas y cómodas y sus bellos jardines, contribuyen a hacer de ella una mansión agradable. Allí se enlazan las producciones de todas las zonas, se obtienen las flores de todos los climas, al lado de la palmera que yergue altiva su mástil y mece su penacho en los aires, crece la violeta humilde y el fragante clavel. Junto al naranjo y el limonero del Asia que embalsaman el ambiente con sus azahares, se encuentra el heliotropo de los Andes peruanos y la caléndula de la Europa boreal, como los iris de Alemania; los geranios de la buena esperanza, como las caceolarias de nuestros páramos. También florece el nardo y los convólvulos del litoral, con el rosado lirio y la blanca azucena de las cordilleras. 1

Cuando Medellín comienza a tener conciencia de su papel de gran conglomerado urbano, se inicia la siembra de árboles por las ideas de higiene y ornato, pero estos no aparecen en un terreno ajeno a la presencia de elementos arbóreos; muestra de la constante presencia de árboles en la villa son las calles denominadas ya en 1847 con nombres de árboles como el chumbimbo o el guanábano. La flora persistente sobre el espacio en la villa hasta mediados del siglo xix se compone de elementos que crecen espontáneamente en cualquier punto de la ciudad, son plantas nativas o naturalizadas que se dispersan por el valle aprovechando las corrientes del viento (p. e. el balso) o las aves que transportan sus semillas (p. e. el guayabo) de un lado al otro del río en un paisaje predominantemente rural. Los espacios en los que podían crecer los árboles espontáneos no eran solamente aquellos más allá de la retícula urbana, pues también nacían guamos y aguacates en solares, y yarumos y algunos otros árboles más aguerridos entre las tapias añosas y los tejados.

Cuando Manuel Uribe Ángel en 1862, describiendo a Medellín, afirma que “hay bosquecillos de jazmines y limoneros, de naranjos y palmeras, de mangueros, guayabos, pomarrosos y otros variados árboles, en que sobresalen algunas recién plantadas ceibas, cuyo ramaje refresca el ambiente —a veces un poco cálido— del lugar”,2 no es de extrañar que se refiera a las poblaciones de los árboles comunes en la ciudad como bosquecillos; estas eran las especies comunes introducidas y naturalizadas en la ciudad. Lo que llama la atención es el énfasis en las ceibas, las cuales son plantadas; la Ceiba pentandra no es común, a los ojos del médico, sino que es un elemento extraño que, de alguna forma, al llegar, genera una discontinuidad en el paisaje urbano-rural de mediados del siglo xix.

Las ceibas del río Cauca, primeros árboles ornamentales de los que se tiene conocimiento en la ciudad, serían el preámbulo de un reordenamiento de especies vegetales en el Valle de Aburrá. Detrás de estos árboles llegarían otras plantas, en una especie de sucesión ecológica en la que las especies espontáneas iban siendo remplazadas por árboles de ornato y plantas jardínicas, a medida que la ciudad se expandía sobre el valle. Sin embargo, hablar de un remplazo no es del todo exacto, ya que plantas como guayabos y quiebrabarrigos (Trichantera gigantea), que se habían naturalizado en la villa y sus alrededores, en algunos casos se integraron a la incipiente malla urbana; en el mismo sentido, árboles como eucaliptos o almendros, traídos a la ciudad como elementos de ornato urbano, se adaptaron a las condiciones rurales de la villa y podían aparecer en potreros y en casas de campo de las élites de la ciudad.

Su altitud y latitud hicieron de la ciudad de Medellín un lugar receptivo a la flora introducida. Para finales del siglo xix, las plantas que llegaban se mezclan con una flora introducida y a su vez naturalizada, como naranjos o pomarrosos, mezclada también con vegetación espontánea y nativa del valle. En ese sentido, el mestizaje florístico que se dio en Medellín durante el proceso de modernización, en líneas generales, puede ser leído como todos los procesos de mestizaje, los cuales no son más que la mezcla de elementos previamente mezclados. 3

Como se mencionó anteriormente, en el trascurso de un siglo (entre mediados del siglo xix y mediados del xx), se puede afirmar que la ciudad de Medellín (al igual que la mayoría de las ciudades del mundo) vivió un enriquecimiento florístico representado principalmente en plantas de jardín y árboles de ornato con diferente nacionalidad.4 Plantas nativas de todos los rincones de la tierra llegaron a la ciudad, haciendo del espacio un híbrido de dimensiones mucho mayores que las representadas en las siempre híbridas poblaciones humanas. En ese sentido, a partir de los datos obtenidos de las plantas presentes en la ciudad hasta mediados del siglo xx, siguiendo la clasificación para las zonas de origen de plantas introducidas en el mundo propuesta por Richard Brummitt,5 se aprecia un aporte importante de plantas provenientes de Asia tropical y otro no tan grande gremio de plantas venidas de Australia (tabla 6.2).6 El hecho de que para 1935, fecha de publicación de Flora de Antioquia por Joaquín Antonio Uribe, ya se presentaran en la ciudad tal cantidad de plantas introducidas, es una prueba de que el proceso de crecimiento y modernización de las ciudades alrededor del mundo, y en este caso de Medellín, conllevó un nuevo reordenamiento de la flora a nivel global. Hace cien años, cuando la ciudad crecía potenciada por el proceso de industrialización, las plantas ornamentales estaban de moda; hoy (y mañana) las plantas recobran su valor, ya no de la mano de las ideas de higiene, sino de las de biodiversidad y exaltación de las especies nativas. La relación entre la ciudad moderna y las plantas es, a todas luces, indisoluble.

Tabla 6.2 División geográfica de origen de algunas plantas y árboles ornamentales en la ciudad de Medellín durante el periodo estudiado.

Los árboles se toman la ciudad

Fuente: elaboración propia.

Fragmento del capítulo 6 de la obra Los árboles se toman la ciudad. El proceso de modernización y la transformación del paisaje en Medellín, 1890-1950 (pp. 124-126),
publicada por la Editorial Universidad de Antioquia®.

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1 Andrés Posada Arango, “Viaje a oriente”, s. d., documento disponible en la página web de la Biblioteca Virtual Luis Ángel Arango: http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/literatura/cosiv/cosiv34.htm

2 Manuel Uribe Ángel, Recuerdos de un viaje de Medellín a Bogotá, 3.a ed., Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, 2007, p. 31.

3 La idea del mestizaje como el producto del encuentro de elementos mestizos se encuentra ampliamente desarrollada en: Serge Gruzinski, El pensamiento mestizo, Barcelona, Paidós, 2000.

4 Este proceso de enriquecimiento vegetal de Medellín, continuado en el tiempo, ha llevado a que su área urbana presente mayor diversidad florística que su área rural. Véase: Alcaldía de Medellín, “Propuesta para la gestión integral de la Biodiversidad y los servicios ecosistémicos en Medellín. Síntesis del documento técnico de soporte”, Medellín, s. f., p. 240.

5 Richard Brummitt, World Geographical Scheme for Recording Plant Distributions, 2.a ed., York, TDWG, 2001, p. 137.

6 Para establecer el lugar de origen de cada una de las plantas se usó la guía de plantas ornamentales del trópico de Kirsten Llamas, así como la página web del Jardín Botánico de Missouri. Véase: Kirsten Llamas, Tropical Flowering Plants: a Guide to Identification and Cultivation, Portland, Timber Press, 2003; y la siguiente información en línea: http://www.tropicos.org/