En una solitaria calle de la ciudad de Medellín, un ciudadano, honrado y trabajador, camina rápidamente con algo de temor. A lo lejos divisa un hombre que se aproxima. No alcanza a distinguir el rostro, pues tiene la vista corta y el individuo lleva una cachucha que no le deja ver lo ojos. Camina medio desparramado, con los brazos bien abiertos; los pantalones arrastrándose por el suelo, sin cinturón, parecen colgados de los huesos angulosos de su cadera, y la camiseta es de uno de los equipos de fútbol de la ciudad. El ciudadano honrado y trabajador, ante un posible golpe del hampa, algo prejuicioso, piensa en alternativas de defensa o evasión: puede fingir que ha olvidado algo importante y tiene que devolverse.
Recapacita y piensa que se vería muy cobarde y que lo mejor y más discreto sería entonces cruzar la calle y buscar una tienda cercana donde agotar este inexplicable ataque de sed, pero no tiene sed. Entonces se siente temerario y piensa que puede enfrentar la amenaza, viéndolo bien el sujeto no parece muy fuerte ni inteligente.
Siguen caminando frente a frente y el andar del ciudadano se transforma. Sus brazos también se abren y la cadencia se exagera, como si llevara un martillo en cada mano. A lo lejos, el delincuente puede estar viendo un potencial peligro en quien sería su víctima. Una repentina maniobra de ataque invade el pensamiento de nuestro ciudadano, quien, para no dar oportunidad alguna a su adversario, tendrá que acertar un fuerte derechazo (o zurdazo según el caso) en el rostro de su victimario, seguido de un puntapié a la zona media del cuerpo, que generalmente hace doblar al oponente, para finalmente asestar un rodillazo en la nariz y, ya vencido y sin alternativas, el ladrón entenderá que tuvo suerte. Caminan como si se tratase de un duelo del lejano oeste. Ambos personajes se acercan convencidos de tener aterrorizado a quien tienen en frente. Un escalofrío recorre sus cuerpos, se aceleran sus corazones. Un brote de rabia saldrá a flote cuando sientan el más mínimo suspiro. Al llegar el momento del encuentro, cada uno mira de reojo y da un paso a la derecha.
Esta escena no es producto de la ficción, ni tampoco se trata de un comportamiento insólito. Es una realidad con la que nos encontramos a diario en las calles de Medellín. Nuestros oponentes, vistos a la distancia, pueden ser otros ciudadanos igualmente atemorizados, creyéndose posibles víctimas, pero si alguno baja la guardia…
Mientras se inauguran parques y se habla de una región tan educada, la más de todas, los amigos del delito se encargan de darle otros premios, que tienen mucho que ver con la reciente nominación internacional de Medellín como "Ciudad Innovadora": Paseo millonario, clonación de tarjetas, intervención de cajeros automáticos, fleteo, demarcación de fronteras invisibles, otorgamiento de contratos de obras públicas a personas inescrupulosas, atraco a mano armada, a punta de verbo, con botella despicada, palo puntudo, navaja, destornillador de estrella, jeringa, algún ácido, intimidación a menores de edad o de la tercera, e incluso arma de fuego real o imitación (las imitaciones son muy innovadoras).
Nuestra "tacita de plata" es una olla de barro llena de hampones y delincuentes. En ella se cuecen maleantes con denominación de origen, que a punto de ebullición salen a la calle y se reparten zonas vulnerables con otros de su especie. Algunos sectores están identificados por la policía y, claro está, por las víctimas consumadas o potenciales. Para ayudar a delimitar estos territorios y así despertar al temerario o al velocista ciudadano, meses atrás iniciamos la campaña Me robaron y punto que, recuérdese, tenía por objeto marcar aquel lugar en el que había ocurrido algún atraco, bien físicamente o bien vía Internet en el mapa de google http://goo.gl/maps/HILY
El Colectivo Artístico Papabomba, que propuso tal asunto, se vio incapacitado para asistir a todos los lugares señalados para marcarlos. Eran muchos y en sitios muy peligrosos, pero es necesario insistir en el tema y continuar con la demarcación. Para mejorar la logística, proponemos algunas alternativas:
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Pegar la calcomanía en el maleante y no en los lugares del atraco, así puede ser que el presupuesto alcance. |
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Publicar en Twitter y Facebook con vínculo a los lugares de atraco para que al menos la gente camine con más arrojo o precaución. |
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Mandar el punto demarcado a la página web de la policía a ver si sienten algo de vergüenza. |
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Ganarse el Baloto para imprimir tan enorme cantidad de puntos y contratar al Esmad para que los pegue. |
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Que cada quien se encargue de pegar su puntico en el lugar del atraco, siguiendo más o menos el patrón establecido para la demarcación. |
Dicen que los buenos somos más, eso no está comprobado, pero si usted se considera uno de ellos, atienda la propuesta que mejor le parezca para que después no diga Me robaron y punto, sino más bien: Pongamos punto final a tanto robo.
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