Por la razón o la fuerza
Katalina Aldana (missdelirios). Fotografías por la autora
 

Estoy solo
La distancia que va de cuerpo a cuerpo
Es tan grande como la que hay de alma a alma

Solo

Solo

Solo

Estoy solo parado en la punta del año que agoniza
El universo se rompe en olas a mis pies

Canto I

Altazor
Vicente Huidobro

Fotografía Katalina Aldana
19 de octubre de 2019. Santiago de Chile.

18 de noviembre de 2019
Santiago, Chile

Viejito querido.

Te escribo esta carta como se hacen las cosas bien hechas: a mano y con el corazón echando candela.

Hoy se cumple el primer mes de “La Revolución de los 30 pesos” (?) “El despertar de Chile y Latinoamérica” (?) “La guerra de los mil lásers” (?) “La odisea del Negro Matapacos” (?) La rebelión Chúpalo Karol Dance (?)

¿Cómo crees tú que le llamaremos a este momento histórico? todavía no se me ocurre nada porque si fuera por mí le pondría todos los nombres juntos: Los nombres de los primeros estudiantes que evadieron los torniquetes del metro; los nombres de quienes han salido heridos en las marchas pacíficas; los nombres de quienes perdieron un ojo o los dos a causa de los perdigones lanzados por los pacos; los nombres del pueblo mapuche que nunca bajó sus banderas; los nombres de los detenidos desaparecidos en dictadura y en democracia; los nuevos nombres con los que bautizaron plazas y monumentos en todo Chile; los nombres de todos los perritos callejeros que han resistido hombro a hombro con la gente en las barricadas; los nombres de quienes hoy, después de 30 años, siguen defendiendo la dignidad con un escudo de cartón que reza: ¡NO ESTAMOS EN GUERRA!

Fotografía Katalina Aldana
Día 1: 19 de octubre de 2019. Bellas Artes. Santiago de Chile.

Pa, no te voy a mentir en esta carta como si he podido hacerlo por el chat. He sentido miedo. Un terror similar al del que puso en un cartel: “tengo miedo de que esto acabe y todo siga igual” que es por default el horror al que estamos tan acostumbrados en Latinoamérica.

Confieso que les mentí cuando grabé ese audio en el grupo familiar diciendo que “no pasaba nada y que estaba bien encerrada en la casa” cuando en realidad andaba con teléfono en mano, limones, bicarbonato y pasamontañas haciendo fotos y videos; escupiendo mocos con sabor a pólvora y pimienta.

¡Pero tranqui! que tampoco fui capaz de hacerlo todo el tiempo, hubo días y noches enteras en los que tuve que declararme a mí misma un toque de queda porque sentía que el pánico no me dejaba cruzar la puerta. Algo que me hizo pensar en mis privilegios pues viniendo de un país en guerra como Colombia jamás tuve que sentir tan de cerca el peligro de desaparecer o de no poder volver a mi casa.

Fotografía Katalina Aldana
Mujeres en resistencia. Plaza de la Dignidad. Santiago De Chile.

Pancho, he dormido muy poco y eso me prende todas las alarmas porque durante todo este tiempo he tenido la misma pesadilla noche tras noche:

Un milico jadeante irrumpe mi casa y me arrastra hacia un callejón oscuro y sin salida. Mientras me golpea e insulta, alguien en los edificios cercanos grita: ¡hermana di tu nombre y tu RUT! sosteniendo un celular tembloroso.

Grito mi nombre y cuando voy a empezar con los números me doy cuenta que no puedo recordarlos. (y eso es quizá lo más aterrador porque —aunque parezca mentira— todavía no me aprendo mi número de identificación chilena). Termino llorando entrando en el callejón y son las lágrimas las que me despiertan y me dicen que hoy tampoco se ha terminado. Que me faltan un par de horas para agarrar la bici e irme al trabajo, allá donde no hay barricadas ni helicópteros, ni gases.

Fotografía Katalina Aldana

Entonces me refugio en la lectura como bien lo aprendí de ti y me he leído ya dos veces ALTAZOR de Huidobro con quien inicio esta carta. Retomé las crónicas de Alfredo Molano en Desterrados y repasado las líneas del libro que le escribió Joan Jara a su amado Víctor una y otra y otra vez.

Todas me destruyen y me afligen, pero me llenan de una esperanza adversa porque pre-siento que de esta época también saldrán increíbles libros, potentes canciones y dolorosos poemas porque si hay algo digno de admirar del pueblo chileno es su abnegada capacidad para la creación artística en medio del caos.

Confieso que todavía pienso en las veces que me has preguntado por qué terminé viviendo en Santiago, supongo que llevo un mes recibiendo todas las respuestas… esas respuestas que a veces nos llegan por la razón o por la fuerza. UC

(*) Esta carta se escribió semanas antes del estallido social que abrazó y abraza aún a mi Colombia querida. Hasta que la libertad y la dignidad sea costumbre Latinoamérica.

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