Número 96, mayo 2018

Ponerle letra a las escenas de los narcos. Imaginar la música de sus vueltas. Gritar el top cinco de sus venganzas. De eso se trata este intento con cuatro temas y cuatro muertos.

Agítese antes de consumir
Andrés Delgado

Tiempos nuevos, tiempos salvajes

Tiempos nuevos, tiempos salvajes

Ilegales

La cárcel es un juego de supervivencia, se gana un hermano y a la vez un enemigo, y en esa decisión, por supuesto, comienza el acecho. No eran más que una banda armada buscando un sitio en cualquier parte. Y aunque caminen nunca llegarán. “Delincuentes juveniles ayer, hoy hombres peligrosos. Viejas caras, nuevas caras, pero las mismas cabezas”.

En febrero desocuparon el patio número cuatro. Para echarle un ojo desde arriba, bastaba pegarse a la reja y ver la cancha. Corrió el rumor de que se utilizaría como patio para mujeres.

Cuando llegaron, los muchachos se fueron contra las rejas para gritarles e intentar saludarlas. Fue todo un suceso. Estaban abajo, casi a setenta metros de distancia. No se podían lanzar utensilios de aseo, drogas o puñales. Carlos Cebolla, el cacique, estaba fascinado con una reclusa de pelo largo y negro que a lo lejos se veía muy linda.

Al segundo día Carlos comenzó un juego con una toalla de baño. Funcionaba como una tripa de plastilina. Dibujó una letra contra la reja. Luego la otra y la otra. Lo llamó “el chat”. Las reclusas muy rápido entendieron el procedimiento y comenzaron a leer los mensajes. Ellas también utilizaron el mecanismo. Carlos estaba feliz. Supo que se llamaba Camila, era de Bucaramanga y tenía veintitrés años. Todos los días cruzaban mensajes por el chat. Pasaron dos meses y decidieron solicitar el permiso para “la conyugal” y fue un éxito.

Carlos aprovechaba para llevarle una ración de marihuana en el dedo de un guante de látex. Para sortear las requisas, tragaba el dedo y en la pieza, durante el encuentro lo vomitaba. Ella lo introducía por la vagina y así franqueaba los controles de los perros. Esa mujer no creía en nadie. Era la mujer del cacique.

Según decía estaba acusada de porte ilegal de armas, un caso menor. Eso decía. Carlos supo que ella saldría muy pronto. Camila quedó en libertad y le prometió su amor y su compañía. Al día siguiente de lograr su libertad, cuando salió de su casa, la esperaban dos hombres en moto con pistolas. A mitad de cuadra le metieron cuatro tiros y fue todo.

En las noches a Carlos le daba por poner el tema de Ilegales: “Si no visito tu tumba, si no invoco a tu fantasma, si no vivo en el pasado, si no tomo tu veneno, si no estoy en el infierno, es solo que al final, todos somos traidores”. Y remataba con otra canción: “Tiempos nuevos, tiempos salvajes, toma un arma, eso te salvará”.

Hallowed be thy name

Hallowed be thy name

Iron Maiden

Durante la noche me atan las manos y ajustan una capucha negra. Alguien grita desde un hueco: “Dios está contigo”. Me empujan y caigo de rodillas. El golpe. El dolor. La inconciencia.

Cuando despierto sé que estoy en la parte trasera de una camioneta. Me siento desorientado y ciego. La sensación de haber viajado mucho. Escucho el rumor de la tormenta cuando atravesamos las avenidas. Las llantas escupen láminas de agua. El miedo me aprieta la garganta y desata presentimientos cada vez más siniestros. Estos tipos escuchan una canción de heavy metal, una voz aguda que parece una premonición: it really the end, not some crazy dream? Mis manos tiemblan y no dejo de recordar las imágenes del cuerpo de Mario. El pobre de Mario con marcas negras en la piel, grabados de electrodos y sellos de hierro caliente. Me siento avergonzado sabiendo que no lo habría resistido, y lo dijo todo, todo sobre el respetable al que santifico. Sabemos tantas cosas de él. Y ya que dimos los nombres de los testigos en su contra no queda más que mandarnos al papayo. Incluso ordenó nuestra desaparición. Mario lloró y lo dijo todo. Acabaron con él y lo dejaron desnudo y tirado en un caño. En la autopsia encontraron restos de lidocaína: evidencia de las inyecciones que un doctor le suministró para que despertara luego de perder el conocimiento a causa de los choques eléctricos y los sellos del metal ardiendo sobre su piel. Lidocaína para evitar que su corazón se detuviera. Pero sobre todo para mantenerlo consciente y sintiendo dolor. El santificado deja su mensaje, todos lo leemos, sabemos que lo sucedido a Mario le puede suceder a nuestras familias. A mi Eliza, por ejemplo. Ya asesinaron la hija de un general, dizque intoxicada, todos sabemos lo que sucedió en realidad. Por eso lo mejor es quedarse calladito.

La camioneta se detiene y el motor se apaga. Unas manos me agarran y siento el cemento bajo los pies. Me quitan la capucha y veo el nudo de la soga. Desde allí colgará mi cuerpo. La atmósfera está cargada de un intenso olor a noche y lluvia, el olor de un mundo que no fue para mí.

Intento respirar para detener el terror que me invade. Es falso eso que se dice, que al tener la muerte al frente se recuerda la vida en unos segundos. Yo no recuerdo la vida, recuerdo a mi hija, y todo el tiempo que viví con ella. Eliza, la pequeña Eliza. Los bafles del carro truenan. Atrapa mi alma, atrápala, pues está por echarse a volar. Mark my words, believe my soul lives on, Don’t worry now that I have gone, I’ve gone beyond to seek the truth. Cuando sabes que tu tiempo se acabó empiezas a entender que la vida es solo una extraña ilusión. Y ya no tienes otra oportunidad para tratar de hacerla diferente. Santificado sea tu nombre.

The sentinel

The sentinel

Judas Priest

Desde el balcón se extienden la noche y las bombillas titilantes. Un plon y se retiene el humo, contener, sujetar, sujetar. Un breve ahogo y se descansa. Lento, pausado, una nube blanca y espesa. Ya no somos nada comparado con otras épocas cuando éramos los patrones. Cuando nos poníamos zapatillas Zodiak, camisa de chalis, jeans de doble costura y escuchábamos glam de Poison y Motley Crue. Ahora solo somos simples proveedores de cocaína y pasta base. Ya lo dijo un periódico: “Saltamos de patrones a lavaperros, de capos a cocineros”.

La semana pasada vino un mejicano y nos propuso un negocio muy peye, un cruce malo, pero ¿cómo le decíamos que no? Ahora ellos eligen sus cruces, sus contactos, y claro, como nosotros estamos un poco aporreados, bajitos de personal y de plata, entonces tocó obedecer, cómo le parece, así nos creamos mucha cosa, ellos ya vienen a mandar, a mandar con toda.

No pasa nada, todavía no pasa nada. “La campana de la catedral rasga el silencio del aire”. Otro plon y los pulmones se expanden, abiertos, contener, contener y el ahogo, la pequeña angustia, la asfixia. Exhalar despacio.

A la finca llegaron diez camionetas, una a una, y nosotros decíamos, Eh, quiay, quién es el patrón. Resultó ser un man muy pintoso y luego supimos que era de los Zetas, y Jorgito me dijo, ¿pero los Zetas no son manes calvos y tatuados? No hombre, esos son los maras. Lo cierto es que luego de la captura de Sebastián los narcos manitos perdieron el flujo de coca y están buscando consolidar nuevos proveedores.

Pero eso no es nuevo, o mejor, ya lo veíamos venir. Con esos acuerdos de paz con las Farc, que eran unos magos para producir de todo lo que demandan los mejicanos, que eran y que son, que siguen siendo, ahora que los guerrillos no están, no están pero siguen estando, se dejaron venir los carteles de la frontera. Vienen a comprar directamente y a asegurar que no les falte, como decía el mancito mejicano con cara de ingeniero: “Para garantizar el flujo”. Así decía, yo qué culpa.

Apretar los labios y sacarlo lento, sin afán en un chorrito de humo delgado, potente y dirigido. Ahora sí, estallada la realidad, hecha pedazos, el presente en añicos, reventado. Adentro, en la sala, junto al balcón, las luces apagadas, sigue sonando Judas Priest.

A los mejicanos les tocó trabajar el doble, pero están ganando mucho más. Ya no son intermediarios. En vez de trabajar con un solo proveedor capaz de suministrarles diez toneladas, ahora tienen que encontrar diez diferentes que entreguen una cada uno. Pero la compran más barata. Y eso los va a poner en la cima, en la propia cima.

Esa música viene rugiendo. “Los perros aúllan en los callejones”. Afuera la noche, la oscuridad, viene el centinela de Sonora. Otro plon y la garganta del Valle de Aburrá arde como una pila roja en llamas. Y nosotros quedaremos como lavaperros. Ojalá pudiéramos armar un combo bien teso para hacerles contrapeso a esos mejicanos.

He decidido comportarme

He decidido comportarme

Ilegales

Tengo el cuerpo lleno de cicatrices. Se me cae el pelo. Tengo fobia al compromiso. Encerrados en la pieza del Hotel Nutibara, las paredes cargadas con una alucinante atmósfera dorada. El sol baja por San Cristóbal filtrándose por las cortinas de la pieza. Damato escribe secretos con un marcador sobre la espalda de Clara. Secretos en negro sobre una piel de bikini. Tengo fobia al compromiso pero soy muy posesivo, repitió Damato y lo anotó sobre un omoplato de modelito Vogue.

El maldito ácido siempre traía sus inconvenientes. “He decidido comportarme, he decidido reformarme, he decidido controlarme”. Nadie aguanta con los secretos ajenos sin quedar reventado. Ni con los propios. “He decidido comportarme, sonreír a los idiotas, recibir a las visitas casi sin anestesiarme. He decidido reformarme, contestar preguntas tontas, soportar a los artistas sin asesinarlos”. Los efectos de los deslumbramientos intentando no separarse.

Cambio de manos y Clara sostiene el marcador. Escribe sobre la espalda gruesa del hombre: No sé escoger. Tengo mucho miedo a ser rechazada. Damato no abandonaba la idea de sus cabezas podridas con esa cantidad de tinta, con esa cantidad de miedos. ¿Ahora quién va a olvidar esta mierda? Nadie, nadie olvidará este puto sol de Medellín. Me asusta el futuro. Cambio de rol y de manos. Me gustaría presentarte a mi papá. Cambio. No soporto el mal aliento. Yo no soporto a los niños. Ni mercar cada quince días. Yo pido siempre a domicilio. Pero me gustaría aprender a cocinar. Asar carne. Cocinar frijoles. Lentejas. Me gusta lavar el baño.

“He decidido comportarme, controlar mis intestinos, ignorar mis apetitos y aguantar hasta a tu madre”. Podemos intentarlo sin dejar de apostarle al fracaso. Estoy decidido a mongolizarme. No me gusta lavar los platos. No me gusta rasurarme. Nunca serás mi mejor polvo. Me encanta que hagan ejercicio y tengan brazos fuertes. Que se bañen antes de desayunar. He decidido controlarme. No me gusta que no anden descalzas por la casa. Me encanta andar descalza por la casa. Quiero dejar de pensar que voy directo al dolor. Cambio de rol y de manos. Soy obsesivamente perfeccionista. Cambio. Odio las pelis con subtítulos. Cambio. Nunca digo: te quiero. Cambio. Me da miedo no ser correspondido. Cambio. Nunca he querido a nadie. Así son las jodidas relaciones amorosas. Cambio. Una secuencia de valores inyectados. Una secuencia de valores negociados. ¿Eres tú? Sí, soy yo. ¿Para mí? Para mí.UC

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