IMPRESOS LOCALES

Simón el Mago


Tomás Carrasquilla
 
 
 
Presentación

Antonio es un niño diferente a los miembros de su familia que descubrió el mundo de lo desconocido, lo irreal y la hechicería gracias a Frutos, la mujer que lo cuidaba. Frutos cautiva a Antonio con sus historias de fantasía donde los objetos de la casa cobran vida, las escobas se convierten en caballos para cabalgar y la falda de su nana en una gran muralla protectora.

Es así como comienza a dudar de lo que se conoce como real, cuestiona lo que sus padres le han transmitido, cambia sus hábitos y tiene ganas de volar. Y con la célebre frase: "Sí, mi amiguito: todo el que quiere volar, como usted... ¡chupa!" termina uno de los cuentos más recordados de Tomás Carrasquilla, Simón El Mago, que fue publicado por primera vez hace 125 años.

Y ese es motivo suficiente para que EAFIT conmemorara esta fecha. Según Juan Antonio Agudelo Vásquez, coordinador del Área de Extensión Cultural, esta es una obra emblemática en el repertorio bibliográfico del autor. "Tiene completa vigencia en nuestro días. La literatura de Carrasquilla cada vez parece más joven".

En el cuento, que fue publicado en 1890, el autor antioqueño se burla de la superstición y brujería a través de la perspectiva de un niño, quien, finalmente, decide convertirse en un brujo para poder volar.

El homenaje consta de una serie de más de 80 ilustraciones. Carlos Díez Aránzazu fue el artista encargado de realizar las piezas gráficas utilizando una pluma, tinta parker, un pincel y un poco de acuarela. "Fueron cinco meses en los que buscaba que la técnica le diera un aspecto de antigüedad a las ilustraciones", comenta el ilustrador.

 
 

Prólogo

II

Otra vez: el nacimiento del cuento

Las circunstancias del nacimiento de este cuento son repetidas una y otra vez con interés, a veces sin agregar datos nuevos, pero con una cierta curiosidad y respeto, porque se sabe que allí, en aquel año de 1890, en el pequeño volumen que publicó El Casino Literario, se dio el nacimiento de un escritor y el comienzo de una obra que logró capturar las complejidades y las riquezas de una época entera. Fue este cuento la llegada de un espíritu que se posó en Antioquia y la contó en nueve novelas y dieciséis cuentos que nunca cesan de generar para los lectores sentidos nuevos.

¿Quién era ese joven que escribió, a sus treinta y un años, “Simón el Mago”? En 1874, cumplidos los quince, Carrasquilla viajó de Santo Domingo a Medellín para estudiar en el colegio preparatorio de la Universidad de Antioquia. Le escribió una carta a su madre, doña Ecilda, con un humor que traducía un espíritu de muchacho acostumbrado a decir en confianza y libremente lo que pensaba: “estoy muy desaplicado, tanto que temo mucho que me manden para Patiburrú, o me echen del colegio”. Patiburrú era el penal atroz que Pedro Justo Berrío, gobernador del estado de Antioquia, había creado en las selvas del Nare para confinar allí a las prostitutas y a los vagos de Medellín. De estos tres años que estudió en la Universidad de Antioquia, sólo se sabe de él, por un condiscípulo, que “se acicalaba demasiado y cuidaba más de su persona e indumentaria que de sus libros o tareas”; y el informe escolar tenía manuscrita la observación de que “la lectura constante de novelas perjudicó mucho a este alumno”. La guerra civil de 1876 lo envió de nuevo a su pueblo, Santo Domingo, y parece que llevó el interés por el oficio de la sastrería, que ejerció esporádicamente algún tiempo, viajando a Medellín para comprar materiales. Se cuenta que se hizo impertinente por dar consejos no pedidos a los clientes de su tía Mercedes, dueña de un taller de modistería en el pueblo. Luego ya el joven Carrasquilla se hundió en un continente profundo en el que nada se supo de él. Fueron catorce años inmerso en la lectura. En 1885 muere su madre. Para esa fecha su padre, don Rafael Carrasquilla, ingeniero constructor de puentes, quien fue una compañía muy discreta para sus hijos, pues se la pasaba “en función de viaje”, se había caído de uno de sus puentes en el río Cristales y nada más se había sabido de él. “En esas Batuecas de Dios, a falta de otra cosa peor en qué ocuparse, se lee muchísimo. En casa de mis padres, en casa de mis allegados, había no pocos libros y bastantes lectores. Pues ahí me tenéis a mí, libro en mano a toda hora, en la quietud aldeana de mi casa”. El joven Tomás, de cachetes redondos y ojos pequeños y vivaces y con las sienes prematuramente despobladas, se estaba preparando y tomando aire para una larga tarea de inmersión. Se hundió en esta lectura insaciable y desordenada, hasta que salió al otro lado, convertido en otra cosa. Sólo alguien supo de él y dio su testimonio, hacia marzo de 1989. Carlos Macía, abogado que llegó a Santo Domingo en febrero, para ejercer como Juez de Circuito, cuenta que ya en marzo se habían hecho amigos, y que Carrasquilla ya había abandonado su oficio de sastre y que ahora no sólo leía, sino que también escribía. ¿Qué escribía? Escribía para él mismo. “A nadie le contaba de mis escribanías”. Pero un día, “como la gente todo lo husmea y el diablo todo lo añasca”, le llegó la invitación para que hiciera parte de El Casino Literario, que era una tertulia que se hacía en Medellín y cuyo director era Carlos E. Restrepo, un hombre notable de la época. El requisito de admisión era escribir algo para El Casino. Carrasquilla, como él mismo lo dice, farfulló “Simón el Mago”. Carlos E. echó mano de todas aquellas colaboraciones y publicó un libro.

El cuento de Carrasquilla produjo una reacción de optimismo en El Casino, y por eso en los meses siguientes se dio una discusión de la cual él mismo trae noticias en su autobiografía: ¿Alcanzaba la vida en Antioquia a ser materia novelable? ¿Alcanzaba para convertir esta materia en Arte? Carrasquilla sostuvo que podía hacerse novela con el tema más vulgar y cotidiano. “Simón el Mago” había irradiado tal optimismo que Carlos E., político republicano que sería presidente de Colombia veintiún años después, decretó que el encargado de demostrarlo sería el joven Tomás.

“Mientras los aguaceros se desataban y la tormenta repercutía, escribí un mamotreto, allá en las reconditeces de mi cuartucho”. Tomada directamente del natural, sin idealizar en nada la realidad de la vida, escribió Frutos de mi tierra. Pero primero fue “Simón…”.

Víctor Gaviria
Medellín, julio de 2015

Citas tomadas de: Tomás el Mago. Catálogo de la Exposición Homenaje, 21ª Feria Internacional Bogotá, 2008.

 
 
 

Ilustraciones
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