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     Número 37 - Agosto de 2012


ARTÍCULOS
¿En qué libro viviría?
La historia de Flora y Elio
Sergio Valencia R. Ilustración: Tobías

El cuarteto de Alejandría
La historia de Flora y Elio
En busca del tiempo perdido
En un lecho de prosas

¿En cuál libro me gustaría vivir? Pues… (debería ser fácil responder pronto). Tambaleo, es una pregunta noqueadora. Quisiera salir del paso con un apunte ingenioso. Ensayo con: Me gustaría vivir en un libro donde quepan mis otros libros. Qué tontería. Sigo intentando hasta que caigo en un chiste: Me gustaría vivir en un libro escrito por mí para recibir pocas visitas. Flojo. Peor.

No queda más que el repaso. Recuerdo que de muchacho viví en Cóndores no entierran todos los días y de allí me trasladé a El Manifiesto Comunista. Luego me sacó a vivir juicioso el desespero y emigré a la Estética de Lukacs. Después, estudioso, arrendé pieza en los laberintos de Borges, al lado de la urbanización Bradbury, como todos por entonces. Pero tenía un amanecedero: Cómo acabar de una vez por todas con la cultura, de Woody Allen. Y un escondite: Jardiel Poncela. Corrijo, dos contando a Gómez Dávila.

Licenciado, me volví licencioso en cuanto a lecturas y me dediqué a los metederos. Pasé por Aceite de perro, El testamento del paisa, Crímenes ejemplares, En la parte alta abajo, Abominaciones y denuestos, La verdadera historia de Aquamán, lo de Ezra Pound y Kurt Vonnegut, La conjura de los necios, incluyendo a JJ Benítez y El lenguaje de los pañuelos.

Trashumante, estuve a punto de aposentarme en Coetzee y anidé en Desde el jardín. Hasta que llegué a los libros malos. Y a raíz de la pregunta, descubrí que quisiera pasar los días que me restan en cualquier libro malo.

Creo que debo explicarme: la categoría de libro malo, para mí, no tiene nada que ver con la precariedad de su edición o de su escritura. También hay, como todos saben, libros muy buenos mal editados y libros exitosos pésimamente escritos. Lo que estimo en un libro malo es el patente desperdicio de historias y la manía ecuménica, tan humana, de ejemplarizar con la vida propia. Me maravillan los que se esfuerzan por reunir la sabiduría entera en 200 páginas. Y los que rellenan con anécdotas, enfermedades y evocaciones de la infancia. Son literatura en bruto y por eso me divierten. Además no me estimulan, que es otra ganancia.

En este momento quisiera vivir en La historia de Flora y Elio, si Ediciones Paulinas me da permiso.UC

Ilustración: Tobías