Número 68, agosto 2015

Maxakali
Fotografías y texto: Francisco Cárdenas Rojas
 

Fotografía: Francisco Cárdenas Rojas

 

El lenguaje nos permite transmitir nuestras ideas, conocimientos e identidad de generación en generación. Se espera que más del cincuenta por ciento de las lenguas que existen hoy en el mundo desaparezcan antes de los próximos cien años. Cuando muere el último hablante de una lengua se pierden los siglos de tradiciones y conocimientos que han contribuido a forjar lo que somos.

Lenguas en peligro de extinción es un proyecto de investigación que durante los últimos tres años ha trabajado en el entendimiento, clasificación y caracterización de cada una de las lenguas que sobreviven en nuestro país, con fines de apropiación lingüística, histórica, cultural y patrimonial. En él se articulan academia, Estado y empresa privada, con la Universidad Nacional de Colombia como base de trabajo.

El gobierno de Brasil adelanta el proyecto Línguas Ameaçadas, proceso con las mismas características, necesidades y responsabilidades del que llevamos en Colombia. En los últimos dos meses se logró un acercamiento con ellos, lo que ha permitido la colaboración y transferencia permanente entre los dos equipos de investigadores.

En trabajo de campo realizado durante la segunda semana de agosto, visitamos a la comunidad Maxakali, en el estado de Minas Gerais, en el sector Juiz de Fora. La conforman entre quinientos y seiscientos habitantes, divididos en diferentes resguardos. Para llegar a uno de ellos viajamos en helicóptero durante más de dos horas desde Río de Janeiro. Luego hicimos un recorrido a pie de unos treinta minutos, para finalmente embarcarnos por el río Paraibuna durante casi una hora. Fuimos recibidos por veintitrés indígenas, en medio de un fuerte hermetismo.

 

Con el paso de las horas nos acogieron y pudimos compartir una larga jornada y acercarnos a sus actividades: conseguir alimento, cocinar, tejer, danzar, dormir, sus ritos para limpiar el cuerpo. Gracias a la presencia de Javier Baias, antropólogo y lingüista brasilero especializado en esa comunidad, logramos entender y dar valor histórico a lo que teníamos enfrente.

A pesar de tener un proceso de occidentalización bastante avanzado, mantienen buena parte de sus tradiciones bajo reserva y atesoran su historia tanto como su lengua: Maxakali. De cómo vivían en el siglo XIX y la confrontación que marcó su destino todavía queda mucho. Su vivienda tradicional estaba hecha de ramas cubiertas con hojas de palma. Los hombres dormían en una cabaña asignada para ellos, por lo que en la noche mujeres y niños no iniciados en rituales espirituales tenían prohibido el ingreso. Dentro de la cabaña, los espíritus de los muertos se revelaban a los hombres en sus sueños. La iniciación anual de los jóvenes era un proceso largo que incluía clases de canto nocturno. Hoy, el Maxakali sigue enterrando a sus muertos en cuclillas. Por esta razón afirman que sus almas son capaces de convertirse en jaguares.

La comunidad que sembró y vivió de maíz, batatas, frijoles y algodón, todavía siente la caza y la pesca como sus formas de supervivencia. La occidentalización se fortalece debido al intercambio comercial y oral que el no indio impone cuando se acerca al resguardo.

Para las comunidades de Brasil y Colombia, conservar sus lenguas va de la mano con restaurar sus identidades y sus valores.UC

 
 
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