Número 68, agosto 2015

Muertos cercanos
Gerard Martin
 

Muertos cercanos es el resultado de un interrogante: “¿Quién es la persona asesinada más cercana a usted?”.
Se trata de una pregunta que Kateryne Atehortúa y yo les formulamos a unos doscientos amigos, conocidos y desconocidos en Medellín durante 2009 y 2010. La pregunta surgió de la investigación para mi libro Medellín: Tragedia y Resurrección. Era una pregunta entre muchas otras. Sin embargo, cuando descubrí que la mayoría de los entrevistados decían tener personas cercanas que habían sido asesinadas, que sus respuestas eran en general inmediatas y muy directas, y que casi nadie se negó a responder, entendí que la pregunta provocaba respuestas que revelaban algo profundo e íntimo sobre el trauma vivido en la ciudad. Entonces decidí que valía la pena realizar una publicación independiente con las respuestas a esta pregunta.

Walter Kempowski ya había mostrado el poder revelador que una pregunta específica puede tener respecto a determinados hechos de un período histórico. En 1973 reunió, en un libro relativamente corto, las respuestas a su pregunta “¿Usted ha visto a Hitler?”, formulada de manera aleatoria en Alemania a decenas de personas. Al trabajar en Medellín recordé ese libro y volví a leerlo. Me pareció que no había perdido nada de su capacidad reveladora del vínculo entre Hitler y los alemanes, no obstante el carácter asistemático de su estudio de opinión.

La metodología de Muertos cercanos tiene mucho que ver con la aplicada por Kempowksi. Nuestro tema (la relación entre los medellinenses y la intensa violencia vivida en la ciudad) y el contexto (un régimen democrático) son, sin duda, radicalmente diferentes. Además, nuestra pregunta es más directa. Su aspecto más revelador es, en primera instancia, la simple constatación de que hay muchas personas de Medellín que, sin tener que pensar, pueden mencionar una persona cercana que ha sido asesinada.

Comunicar la dimensión o el impacto de la violencia en números o tasas de homicidio es un ejercicio importante para los expertos, pero, para muchos otros, no permite realmente palpar la gravedad de una situación. En un período de treinta y cinco años (1975-2010), Medellín sufrió alrededor de noventa mil homicidios. Más allá de la frecuencia con la que estas personas responden de manera afirmativa a la pregunta, son reveladores y dolorosos el contenido y la forma de las respuestas.

 
Muertos cercanos

Muertos cercanos.
Gerard Martin y Kateryne Atehortúa.
La Carreta Editores – Universo Centro, 2015.

 

Un personaje público. La muerte de la persona más cercana a mí que no es ni familiar, ni cercana, pero que me afectó porque me tocó presenciarlo, fue el asesinato de Héctor Abad Gómez, el líder de los derechos humanos en esta ciudad. Ocurrió en 1987. Yo tenía veintinueve años, salí de cine en el teatro Libia y subía en ese momento, en automóvil, por la calle Argentina hacia la carrera Mon y Velarde, cuando presencié el asesinato. Vi caer a un señor de edad y luego vi también a una señora a su lado. Me conmovió demasiado ver la escena. Luego, cuando me bajé del carro, y antes de que llegara todo el corrillo y todo lo que se desató, con los organismos de seguridad y todo lo que implica esto, fui a ver a esa persona en el piso, con su traje impecable, sangrando, y a la señora aturdida. Me dije: "Pero, ¿cómo se les ocurre matar a un anciano? Si matan a un anciano, son capaces de matar a un niño, a cualquier otra persona". Imagínese el impacto cuando después resultaba que ese anciano era esa persona honorable, ya de edad, y la otra persona era una compañera de trabajo, una maestra. Es una historia terrible de lo que han representado para mi generación los asesinatos y la violencia en Medellín.

(Hombre de 50 años, historiador y administrador cultural, barrio Prado)
 

Mi hermano. Por desgracia, hace veinte años un vicioso lo cogió a tiros en la calle. El problema no era con él, porque el vicioso iba por las calles así, todo loco, disparando. Le pegó un balazo por la espalda, lo llevaron a cirugía y allí murió. Los del sector dijeron que había sido un tipo todo trabado que andaba por ahí peleando con otros, todo loco, por ahí en los vicios. Mi hermano en ese entonces tenía 33 años, vivía con la señora, dejó una niña y trabajaba la construcción.

(Hombre de 44 años, oficios varios, Bello)
 

Cercano, no. Pero en la finca donde trabajé con mi esposo mataron a ocho. Eso fue hace siete años. En los límites de Medellín y Copacabana. Era una gente que venía a alquilar. No sabíamos quiénes eran, simplemente se les alquiló parte de la finca. Una noche vinieron por ellos. Eso fue terrible, pero nosotros nos salvamos. Nos dejaron vivir, pero nos fuimos y nunca más volvimos. Mi esposo todavía está nervioso y muchas veces no puede dormir.
 
(Mujer de 52 años, agricultora, municipio de Jericó)


Mi tío y mi exnovia. Mi tío murió hace más de veinte años. Cuando estábamos en Semana Santa nos dieron la noticia de que lo habían matado, a bala, en el barrio Buenos Aires. Él era mecánico. Digamos que era mi ex novia, pero estábamos en un proceso de volver a conversar, de sentarnos después de mucho tiempo a hablar, y quedamos de vernos un lunes. Yo llamé el domingo a confirmar esa cita y me dieron la noticia de que la habían matado. Hasta ahí llegué. No sé qué le pudo haber pasado, nadie sabe. Claudia tenía en esa época diecinueve años. Eso fue hace más de quince. Era la mujer más trabajadora de este mundo. Era de esas mujeres a quienes no les gustó estudiar en la vida, pero le gustaba trabajar.
 
(Hombre de 36 años, historiador y bibliotecario, barrio Prado)
 

Vecinos. No tengo ninguna persona cercana asesinada, pero vecinos sí he visto. A veces menores de edad, a veces mayores. Se involucran en problemas raros, con drogas, o se meten en grupos armados. Vivo en San Javier, pero no en la parte más maluquita. Se sabe de varias cosas, porque es cerca de barrios que son muy pesados de ambiente. ¿Pero que haya personas cercanas a mí asesinadas? No.
 
(Mujer de 19 años, vendedora de calzado en el barrio Belén)

 

Mi abuelo. Se llamaba Félix Antonio Gómez Mazo. Lo mataron cuatro hombres atracadores, cuatreros del barrio Machado en Bello, hace ya unos veinticinco años. Recuerdo que él salía con sus dos yeguas cargadas con tinajas de leche a venderlas allá en ese barrio. Un día los asaltantes lo emboscaron, pero él actuó rápidamente. Sacó su pistola o su revólver y mató a tres. El cuarto, aprovechando el susto y el espanto, le pegó un garrotazo y le quitó el arma. Con la misma asesinó a mi abuelo, aunque agonizó durante ocho días. Los disparos eran en la cabeza. Se dice que un asesino nunca quita una vida con arma ajena. Pero si el destino lo llevó a cometer un asesinato, por esa vida que quitó, pone a cuatro almas en pena. El asesino, de apellido Moncada, pagó veinticinco años en la cárcel Bellavista.
 
(Hombre de 32 años, profesor, municipio de Bello)
 

Mi tía. A ella la mataron por robarle. Todos íbamos juntos, cuatro primos, a acompañarla siempre hasta la casa, porque todos trabajábamos en un restaurante todas las noches, hasta las cuatro de la mañana. Ese día había dos tipos y ella como que supuso y nos dijo: "Ey, muchachos, ¿no será una trampa?". Un primo dijo: "No, tía, ¿quién dijo? Por aquí no pasa nada, por acá nos conocen". Lo que decía mi tía era verdad. En una esquina había un tipo haciéndose el que vomitaba y en la otra esquina, en la reja de un negocio, había otro con un fierro, con un revólver. Se nos arrimaron, se pusieron pasamontañas y nos dijeron que ese era el día de todos nosotros. Yo estaba asustado, pasmado, yo no hablaba, pensé que me iba a morir. Mi tía tenía el delantal y allí la plata. Los manes le quitaron el bolso y se alejaron. Como que miraron y, en ese momento, mi tía sacó una plata que le quedaba en el bolsillo. La mataron delante de nosotros y salieron corriendo. A nosotros no nos hicieron nada. En el barrio El Salvador, en Apartadó, región de Urabá encontraron el bolso. Estuvimos cuatro días en la estación de policía mientras nos investigaban. Incluso, éramos supuestos cómplices, porque además no se habían robado esa última plata tampoco. Pero nosotros no fuimos.
 
(Hombre de 22 años, asistente soldador y cerrajero, barrio La América)
 

Muchos. Hubo muchos, y de pronto algo que sí me dolió fue la muerte de un artista, un cantante. Él salió del cumpleaños de una tía y un pelao de esos de por acá lo mató. Le decían Colacho, tenía dieciocho años y una muchacha estaba esperando un hijo suyo. Eso es duro porque era alguien que hacía algo por la cultura de uno, sacaba a los jóvenes de la violencia para que hicieran un arte, cantaran. Y eso es muy duro.
 
(Hombre de 25 años, músico, barrio San Javier La Loma)
 

Un amigo. Directamente, como que hayan matado a un amigo o a un familiar, no me ha pasado. El único ser cercano y querido que he llorado es un amigo que murió hace tres años, pero fue porque él tomó la elección, se suicidó. Yo te podría hablar de la violencia en Medellín más desde mi percepción como alguien que estudia desde las ciencias sociales que como una víctima de esa violencia.
 
(Hombre de 30 años, filósofo, barrio Carlos E. Restrepo) UC
 

Muertos cercanos es una coedición de La Carreta Editores y Universo Centro. Circulará en La Fiesta del Libro.

 
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