Número 74, abril 2016
CAÍDO DEL ZARZO
 
CUECA LARGA
Elkin Obregón S.

 
Supe de Violeta y Nicanor Parra al mismo tiempo, gracias a una bella canción del argentino Jerónimo, quien puso música a la Defensa de Violeta Parra, de Nicanor, su hermano. Mucho después supe también que el poema rinde además otro homenaje: a Esteban Manuel de Villegas, poeta español del siglo XVII, cuyo Sáficos es un claro antecedente, en su estructura y en sus primeros versos, de la Defensa… de Nicanor; homenaje que a la hora de la verdad no resulta extraño, si se piensa que este enfant terrible de las letras chilenas es un profundo conocedor de la poesía universal, y que ama y degusta a fondo sus aromas y sabores.

De ese amor surgieron los antipoemas, aunque antes escribió poesías de una transparencia casi extrema, que quizás marcan, por decirlo así, un final del camino. Hay un día feliz lo resume todo. En cuanto a los antipoemas, no salen por cierto de la nada. Algunos críticos les encuentran ecos, entre otros, de Henri Michaux, de Jacques Prevert, de Ezra Pound… (Este escriba se atreve a mencionar también nuestro Suenan timbres, de Luis Vidales, ese libro precursor de tantas cosas que luego no llegaron a nacer). Pero Parra mezcló todo eso en su propio costal, y ya se sabe el despiporre que armó, para bien de la poesía. Otra cosa —o la misma— es su interés por las tradiciones chilenas. Basta citar su libro La cueca larga; de su Cueca de los poetas, donde enumera a los más ilustres de su tierra (y que musicalizó Violeta) cito los últimos versos: Dice la gente, sí / no cabe duda / que el más gallo se llama / Pablo Neruda. // Corre, que ya te agarra / Nicanor Parra.

Nicanor va camino de cumplir 102 años de vida. Tiene la asombrosa longevidad de algunos campesinos de Chillán, que es lo que él es. Como lo era su madre, a la que sus hijos llamaban la Veterana, yerbatera y curandera, y como lo fue Violeta, la hermana amada. Él, físico nuclear, docente universitario, poeta y antipoeta. Ella, tejedora, pintora, folclorista, compositora, cantora (sus hijos Ángel e Isabel, que siguieron sus huellas, escaparon por milagro de las cacerías pinochetistas. Exiliados en muchas tierras, aquí estuvieron, los oímos cantar en el Pablo Tobón. Después se los tragó el mundo, y hasta el sol de hoy).

 

Elkin Obregon

  
 
CODA

El argentino Jerónimo llegó a Colombia a probar suerte, siendo casi un desconocido. En estas tierras se apreció su talento, se le acogió, se le admiró. Medellín, en especial, le abrió sus brazos, ganó aquí muchos seguidores y muy buenos amigos. Después se fue a España en busca de audiencias más amplias. Los empresarios y productores de allá le vieron madera y quisieron convertirlo en un baladista ibérico al uso; Jerónimo no pudo o no quiso entrar por ese aro y volvió a cruzar el charco. Finalmente recaló en Antioquia, se hizo “cristiano”, y esa conversión cambió su repertorio. De cuando en vez da uno que otro recital en Medellín, donde divulga sus cantos evangélicos. Entiendo que vive en una pequeña finca en el Oriente antioqueño; allí, supongo, criará gallinas, ordeñará vacas, sembrará hortalizas. Se dio el lujo de elegir un destino. UC

 
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