Número 103, diciembre 2018

CAÍDO DEL ZARZO

SERIES EN TRES TIEMPOS
Elkin Obregón S. 

1

Sabemos que por desgracia la máquina del tiempo es imposible y que, como su mejor sucedáneo, hemos de apelar al cine, o, lo que es igual, a la televisión. Dicho lo cual, confiesa este cronista su nuevo amor, nacido de aquellas zonas metafísicas hechas posibles por el séptimo arte. Ama ahora, con cierta discreción impuesta por los años, a la actriz británica Diana Rigg; Diana es hoy una dulce anciana en Game of thrones, creo, o en serie parecida. Pero la que mueve mi corazón, aunque la conocí hace poco, existe en 1965, bajo el nombre de Mrs. Peel, en la serie inglesa Los vengadores; comparte allí retos y peligros con el impoluto Mr. Speed, encarnado por Patrick Macnee, cuya principal arma es el bastón que nunca abandona (la de Mrs. Peel es su dominio de las artes marciales), y al alimón enfrentan a espías y villanos de toda índole. Extraña pareja, su platonismo a toda prueba los exime de besos y otras confianzas, preserva su amor (poco después, miss Rigg optó al fin por los besos; el elegido fue Georges Lazenby, para el caso James Bond en Al servicio secreto de Su Majestad). En resumen, Los vengadores se parece a El Santo, un Santo a dos bandas. Más allá de obvias diferencias, los hermana una elección, la de los puños y la astucia sobre el exceso de balas; pero a Templar, tan poco platónico como Bond, le faltó su iron lady. Él se lo pierde.

2

Las series de esas décadas —sesenta, setenta y aun ochenta— dieron frutos perdurables. Todo aquel que las vio tendrá sus favoritas. Cito algunas de las mías, sin agotar inventario: Star Trek, Ajedrez fatal, Cuentos del Mono Dorado, El Gran Chaparral, Remington Steele, Perry Mason, Misión imposible, El fugitivo… Sin importar su género, pues hubo de todo, todas presentaban, sobre un esquema básico de personajes protagonistas, episodios autoconclusivos; dicho en buen romance: te sentabas, seguías la historia y a otra cosa. Nada que ver con la invasión actual de series Netflix y similares, que se retroalimentan, ad libitum, de la audiencia. Si este cronista fuera mamerto, hablaría de alienación. Pero prefiere alejarse de esas aguas, donde se ahogaría sin remedio.

3

¿Series colombianas? Las hubo, claro, y de muy buena factura. Ubicando en un definitivo fuera de concurso a Yo y tú, la brillante comedia de Alicia del Carpio, la más memorable es para muchos (me incluyo) Don Chinche, presidida por el personaje que hizo célebre el recién fallecido Héctor Ulloa. En su gestación anduvo Pepe Sánchez y también el proteico chileno Duni Kuzmanich. Precursora de muchas cosas, se grababa en exteriores. El taller vivienda de don Chinche y Eutimio, la tienda de la esquina, las calles, el barrio, en fin, eran felizmente verdaderos. Como lo demostró Señal Colombia hace un par de años, el encanto de Don Chinche es inmarchito.

Elkin Obregon

CODA

Murió el gran Stan Lee. De sus muchas creaciones, mi favorita es Spider man. A pesar de sus películas llenas de efectos especiales, su verdadero mundo es el cómic. Todavía veo al Araña, con todos sus arreos, haciendo cola ante una ventanilla de banco. Al llegarle el turno, no puede cobrar su cheque, por obvias razones: carece de cédula, no existe en términos contables. Ha sido Lee el único que osó hacérnoslo ver. Él es, por antonomasia, el creador del antisuperhéroe. A mi juicio, es el heredero de otro grande, Lee Falk. Hay que ver qué dice al respecto Carlos Díez. UC