Número 112, diciembre 2019

Poemas

Huelga de ángeles

Ciro Mendía

A Adán Arriaga Andrade
y Otto Morales Benítez,
hábiles buzos de las innumerables
lagunas del C.S. de T.

 

San José se llevó al cielo
su taller de mala muerte,
y en el cielo se divierte
Con muebles de mediopelo.
Sus taburetes de yelo
y sus poltronas de nieve
los fabrica en tiempo breve
mientras ángeles de menta
le exigen pague la cuenta
de salarios que les debe.

Los líderes celestiales
presentaron ya —bribones—
un pliego de peticiones,
de peticiones verbales.
Piden alza de jornales
y campo de balompié.
billar y salón de té,
salacunas y piscina
y hay que verle la mohína
al industrial San José.

Alega entre serio y bravo
que la madera ha subido,
que en los clavos que ha pedido,
esta vez no dio en el clavo.
Que no produce un ochavo
aquella ebanistería
de la que nadie se fía
y nunca se ve que avance,
y les presenta el balance
de JeJoMa y Compañía.

Los obreros y aprendices
fortifican su reclamo
y notifican al amo
que en huelga están felices.
San José sus cicatrices
contempla en su mano larga
y con voz dulce y amarga
les suplica en tono bajo
que regresen al trabajo…
y ellos gritan: ¡A la carga!

Sindicatos del Diamante,
de la Luz y del Perfume,
apoyarán —se presume—
el movimiento gigante.
Se organiza en un instante
un mítin casi siniestro,
e insinúan el secuestro
del Hijo multimillonario…
De piedras cae un rosario
en el taller. Padre nuestro…

Intervienen San Clemente
Y Lenin y San Mateo,
Marx, Stalin, San Tadeo,
Bakunin y San Vicente.
—Es un burgués indecente,
gruñe Karl. San José calla.
Y en las calles la metralla
a su música se apresta,
y se oye allá la protesta
de la celeste canalla.

San José lleno de espanto,
Suavemente y manso dijo:
—Por la salud de mi Hijo
Me entrego con gorra y manto.
Aquí les dejo mi llanto
y mi afán y mi sofoco,
el Pasivo, que no es poco,
el good-will, que es mi pobreza,
y este dolor de cabeza
que me está volviendo loco…

Los ángeles —con matracas—
se tomaron el taller,
San José se fue a leer
sus novelas policiacas.
Y en su rancho de albahacas
pasa sus días frutales,
sin conflictos laborales,
sin cepillo y sin garlopa,
gustando la eterna sopa
que le da María Puñales.

Asesinado en la calle

Roque Dalton

 
Desde tu corazón allanado por el plomo
no me darás la mano?

Desde tus ojos sordos donde ya no cabe la luna
no me darás la mano?

Desde tu derrumbada piel
no me darás la mano?

Desde tus venas asombradas por desembocar en el aire
no me darás la mano?

Desde la última palabra que pronunciaste —Carmen!—
no me darás la mano?

En la horrísona calle amotinada
tu inmóvil muerte es la estatua de nuestra furia...UC