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Número 26 - Agosto de 2011  

Caído del zarzo
Dos cuentecitos de andar por casa, y una coda de ñapa
Elkin Obregón S.
 

LA ISLA A MEDIODÍA

El sueño era terrible. El avión perdía altura, los pasajeros lloraban y se abrazaban, el capitán guardaba un total silencio, las azafatas, en un rincón, se unían entre sí como rosas marchitas. T. se preparó a morir, cerró los ojos, esperó el golpe definitivo. De pronto, nada pasó. T. volvió a mirar. Todos los pasajeros, en su sitio. El avión volaba, plácido, sobre un cielo sin nubes. T. respiró, aliviado, y espió la ventanilla. Allá abajo, esplendente sobre el espejo del mar, radiante, La Isla a Mediodía, de Cortázar. Supo en ese momento que soñaba.

COURBET

Soy fotógrafo y, para mi fortuna, ando siempre armado. La encontré a la salida de un teatro de Off Broadway.
—Beatriz —dije—, hace veinte años. No has cambiado nada.
Tomamos un vino en la esquina, evoqué emocionado los viejos tiempos. Ella callaba. Vivía cerca, y sola. Subimos a su apartamento. Después, me atreví a pedirle que posara para mí, de pie, desnuda, como aquella noche memorable de Medellín. Sin decir palabra, se quitó la ropa, y ocupó su lugar, frente a la pared del frente.
—Sólo falta algo —objeté—. Un cuadro de Courbet, El origen del mundo, que había detrás de tu cabeza.
Fue por él a su habitación, y lo puso en su sitio. La foto salió perfecta. Era como haber detenido el tiempo. Finalmente, ella habló:
—No soy Beatriz. Pero nunca me he sentido tan amada.
he sentido tan amada. Caímos sobre la alfombra de la sala, y pasó lo que pasó. Y Courbet fue por segunda vez nuestro celestino.

(Nota para voyeristas: El origen del mundo,
Gustave Courbet. Erotica Universalis,
Ed. Taschen, 1994, pág. 533).

 

 

CODA

Miles de bolillazos sobre El Bolillo. Cronistas, feministas, twitteros, participan en la jugosa fiesta. Sin embargo, nuestro periodismo, como siempre, nada investiga. ¿Qué se sabe de la dama agredida? Ni siquiera su nombre. Se presume que volvió al lugar de los hechos. Si así fue, ¿por qué? ¿Quién es, qué pasó en ese recinto? ¿Por qué no se manifiesta? Para emitir un juicio, más o menos válido, es preciso conocer los pormenores de un asunto. Lo sabemos Maigret, Poirot, y yo. No así el pintoresco periodismo colombiano, que vive en Babia.
 
 
 

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