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Número 26 - Agosto de 2011  

Crónica verde
La Granja Blanca

La Granja Blanca 
La granja es perfecta para uno de los paisajes de Edward Hopper. Tiene una casa principal pintada de blanco, rodeada de una hierba alta que se inclina con el viento que logra atravesar el bosque de abedules del fondo. Dos ventanas altas a manera de ojos vigilan la llegada de los visitantes y le entregan un aire infantil a la casa mayor. Abajo corre el apacible río Glomma, un murmullo que lame el hocico de los venados. Para que haya algún contraste de color, los dos graneros de madera están pintados de rojo, tal y como es costumbre en los campos noruegos. Es una finca de apenas 4.000 metros, con más vocación para el paisaje que para las eras de los cultivos. La ciudad de Rena, una pequeña hornilla, le entrega el calor necesario en los duros inviernos del norte.

En el 2006, la granja blanca tuvo sus días felices. Sirvió para cultivar algunas plantas de marihuana en los pocos meses de verano. Uno podría inventar la rutina del "jardinero" dedicado a cuidar sus cogollos: sentarse en el pequeño corredor de la casa principal, prender un calillo armado con papel dulce, hojear tres páginas del libro de turno y luego ponerlo sobre la rodilla, levantar la cabeza y dejar que la traba bucólica haga el resto. Pero algo despertó las sospechas de la policía noruega: la molicie del agricultor, su carro algo destartalado o los chistes de los soldados que tenían una base cerca y que seguro probaron el humo del vecino. En todas las latitudes los reclutas son burros irredimibles. El caso es que el agricultor —ya quedan pocos en Noruega— fue a parar a la cárcel. No sabemos ni su nombre ni su condena. Sólo nos queda soñar con que el porro que metió en problemas a Amy Winehouse, en su visita a Oslo en 2007, creció en ese ambiente ideal para resinas verdes y cultivadores ensoñados.

Desde abril pasado la granja fue alquilada por un joven cazador. La historia de la marihuana ya estaba olvidada en una vieja anotación policial. El nuevo inquilino, a quien llamaremos Behring, pensaba en un proyecto de agricultura en grande. Al menos eso parecía, por la compra de seis toneladas de nitrato de amonio para nutrir sus tubérculos. El cambio no pudo ser más drástico: de los moños dorados y el verde oscuro se pasó a la sangrienta remolacha. Los militares rondaban la granja de Behring sin mayor interés. El hombre tenía ropas y modales impecables: "Es más amable que el promedio de los noruegos", comentaban los meseros turcos que lo atendían en Milano, su restaurante preferido en Rena.

CannalivioTres meses después de alquilar la granja blanca, cuando las remolachas son todavía unos rábanos, Behring hizo estallar una bomba frente al principal edificio del gobierno noruego. La policía había mirado algunos de sus desvaríos en Internet, pero no los consideró graves en un joven emprendedor que tenía una empresa de agricultura ecológica. Luego del estallido, el cazador salió con su rifle hacia la isla de Utoya y contó más de 70 víctimas entre los jóvenes de un campamento del partido socialista.

Sería interesante que la policía noruega cambiara un poco el perfil de riesgo de sus agricultores. Tubérculos rojos: nivel 1; moños verdes y dorados: nivel 5. Por sus frutos los conoceréis.

 

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