Número 94, febrero 2018

CAÍDO DEL ZARZO

DÚO DINÁMICO
Elkin Obregón S.

 
Dos grandes superhéroes han sido olvidados o menospreciados por el Hollywood de hoy, una fábrica que en muy buena parte se nutre de esas hazañas: El Fantasma y El Capitán Marvel, a cuál más digno de remozar esa corte de secuelas.

A modo de paréntesis: ambos personajes protagonizaron sendas series —por cierto, el actor Tom Tyler encarnó a los dos— en los lejanísimos años cuarenta; inefables series, producto de una época irrepetible por muchas razones; ya se han mencionado aquí alguna vez, y volveremos a hacerlo ahora, lector, si tienes paciencia y no me dejas de tu mano.

Sobre El Fantasma se rodó una película en 1996, una especie de Indiana Jones en tono menor, si bien se dio el lujo de tener como villana a la muy cotizada Catherine Zeta-Jones. Pero lo mejor de la cinta, y de lejos, fue Kristy Swanson, quien encarnó a Diana Palmer (“exploradora y heredera”), por entonces la novia del Fantasma (luego se casó con él, pero eso es otra historia); su actuación es un prodigio de gracia, vitalidad y frescura, que opacó sin miramientos la presencia del héroe enmascarado; no me cuesta decirlo, a pesar de mi amor inmarchito por “The ghost who walks”. Después de esta incursión en la pantalla grande, nuestro personaje volvió —parece que para siempre— a su penumbroso refugio en La Cueva de la Calavera.

En cuanto al Capitán Marvel (creado para el cómic en 1940, llegado a los seriales en 1942) jamás volvimos a verlo en movimiento. Hoy, cuando vivimos en el cine gringo el síndrome de los superhéroes, se exige a estos que vuelen —o casi vuelen— como Superman, Batman, Spiderman… Es bien extraño, pues, que no devuelvan a la palestra al adorable Capitán, tan aerodinámico como el que más. Tal vez hay querellas jurídicas que lo impiden (lee el chisme al final, lector), porque esas cosas pasan. Uno, más dado a fantasear, quisiera añadir que con los actuales efectos especiales los héroes vuelan sin alma, son apenas saltamontes brincando entre edificios poco confiables. Al Capitán Marvel se le adivinaba, creo, el gran mérito de su vuelo. Y cuando volvía a tierra los niños le brindábamos nuestro mejor homenaje, el de creer en él. Hoy he vuelto a verlo, por felices azares. Y sigo creyendo.

P.D. En 1943, los dueños de Superman demandaron por plagio al Capitán Marvel. Injustamente, ganó el pleito el bando del Hombre de Acero. El juez que dictó el fallo no vio la diferencia esencial entre los dos: Superman existe, es un nativo de Krypton residenciado en la Tierra; Marvel no, es apenas una entelequia. Viene al mundo cuando el reportero Billy Batson pronuncia una palabra mágica (Shazam), que lo convierte en el flamante Capitán; cumplida su misión, Marvel repite esa palabra, Billy Batson retorna, y el insólito héroe vuelve al limbo de su inexistencia. Todo un misterio metafísico.

Elkin Obregon

CODA
Pensé ayer en Altea, un pueblito mediterráneo de la región alicantina. Hace mucho tiempo pasé allí un par de días, en compañía de Eduardo Aldana y otro viajero. En la parte más alta del pueblo, una plataforma descubierta con vista al mar, un par de damas adorables nos sirvieron la mejor paella que alguien pueda comer jamás. Fue una tarde preciosa, rociada con el mejor vino, el vino de la amistad. Desde la nube en donde esté, Eduardo me dará la razón. UC

 
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