Número 98, julio 2018

CAÍDO DEL ZARZO

LA BELLA NINFA
Elkin Obregón S.

 

Por estas fechas se rueda en España una película basada en el affaire —debió ser a mediados de los cincuenta— entre el gran torero Luis Miguel Dominguín y una famosa diva de la época. Según se chismorrea, Luis Miguel consideró esa aventura su mayor trofeo; sabiendo el nombre de la dama, se inclina uno a darle la razón; pero no lo diremos todavía, lector. Para intentar algún suspenso, dejaremos su identidad para el final, dando ahora un viraje imprevisto a este relato.

Y henos aquí —1946— frente al brasilero Vinicius de Moraes. Bien sabido es el papel que jugó este hombre en la música de su país. Compositor, letrista, cantante, promotor, showman. A garota de Ipanema, creada en parcería con Tom Jobim, es apenas la punta del iceberg de este Vinicius; porque hay otros: gran poeta, dramaturgo de una sola obra, Orpheu do Carnaval, llevada luego al cine en una bella película de Marcel Camus, que no agradó mucho al autor de la pieza (pero que, además, sirvió para difundir en el mundo la buena nueva de la bossa nova); fue también diplomático, y como tal trasegó diversas ciudades europeas y americanas. Concluyendo, y fiel a una especie de tradición no escrita entre los escritores de su país, fue por último un excelente cronista, autor de páginas admirables, varias de ellas antológicas. Volvemos a 1946.

Una página suya nos muestra al diplomático asistiendo a una fiesta en casa de un magnate de Hollywood. Es alta noche, la sala está llena, los detalles corren a cargo del lector; Vinicius ha venido con Carmen Miranda, la mítica cantante carioca reclutada por la meca del cine para dar su personal visión del tipismo brasilero; sus filmes son desechables, pero Carmen es una auténtica estrella. Color local: cerca de ellos está el terrible Howard Hughes —al que el poeta llama “tedioso”—, aún en su época de cazador y coleccionista de actrices. De pronto, una cortina se descorre al fondo del salón y emerge de alguna parte, narra el cronista, “una mujer espectacular (…), tan linda, tan linda que fue como si todo, de repente, hubiera desaparecido ante ella. Quedé, lo confieso, obnubilado ante tanta belleza…”.

La mujer ondula por el recinto, absorta en ella misma; se acerca luego a Carmen, a la que saluda con afecto; accede incluso a bailar unos pocos pasos con su embelesado admirador, quien apenas si le llega a los hombros, y se aleja después, para desaparecer de nuevo tras la cortina mágica. La fiesta va llegando a su fin, casi amanece cuando los dos brasileros abandonan la mansión; ya afuera, Vinicius pide a Carmen informes sobre esa dama. “Es una nueva actriz —contesta ella— que está empezando a hacerse notar. Bonita, ¿eh? Su nombre es Ava Gardner”.

P.D. Vinicius, poeta al fin, tituló esta crónica “La bella ninfa del bosque sagrado”. Con no menos fortuna, los publicistas de Hollywood llamaron a Ava “el animal más hermoso del mundo”. Eran poco actuantes por entonces las feministas que hoy no nos permiten ningún desliz. Pero creo que no hubieran tenido nada que objetar.
2da. P.D. Un video de la época nos muestra al diestro y a la bella jugando al toro en una placita de tientas. Ahí los dejamos, no tocados por el verso.

Elkin Obregon

CODA
Tras el sarampión con Ava, Dominguín lo curó con otra bella, la actriz italiana Lucía Bosé. Lucía es la coprotagonista de Muerte de un ciclista, de Juan Antonio Bardem, una de las primeras películas que anunciaron un resurgimiento del cine español. Otra bella ninfa. UC

 
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