Número 98, julio 2018
 

EDITORIAL
Los corraleros

Acorralar es una palabra para describir las tareas de los mozos de feria. Y tiene además las acepciones de “intimidar” y “acobardar”. La Alcaldía de Medellín lideró hace quince días un operativo en el que funcionarios de Espacio Público, bomberos, tránsitos y policías hicieron de corraleros y bravos de esquina. Más de 120 hombres cerraron las vías entre Córdoba y El Palo y La Playa y Caracas. El Parque del Periodista era su objetivo. Requisaron cerca de 1800 personas, impidieron la circulación, detuvieron a personas sin cédula y juraron haber desmantelado una gran plaza con la captura de un jíbaro y el decomiso de 42 papeletas de basuco y cincuenta cigarrillos de marihuana. Casi siempre los alardes solo demuestran torpeza e ignorancia. Desde la Presidencia que se viene dicen que combatirán el microtráfico cargando contra la dosis personal, desde la Alcaldía están convencidos de que los consumidores son sus enemigos y la violencia se combate pidiendo la cédula e impidiendo el humo manso en las aceras.

Durante el operativo entre el 22 y el 23 de junio el ojo del helicóptero de la policía alumbraba sobre la zona “intervenida”. Esa pirotecnia policiva se ha convertido en una buena descripción de lo que logra este gobierno cuando despliega todas sus herramientas: ruido, susto, polvo y luces. La Alcaldía dice que quiere “recuperar” el Centro de Medellín por el que circulan cerca de un millón de personas todos los días. El acoso y la estigmatización a uno de los sitios del Centro que reúne habitantes de diversos puntos de la ciudad, que resiste el acoso de las mafias que el Estado solo señala en abstracto, que habita las aceras que funcionarios, gerentes del Centro y secretarios miran por las cámaras de seguridad, lo único que demuestran es que la Alcaldía solo entiende de trasplantar árboles y cambiar el piso duro. Para ellos recuperar el Centro es vaciarlo. En la Comuna 10, La Candelaria, los homicidios han crecido 44% en lo corrido del año. En la zona del Periodista no se ha presentado ni uno solo. Pero la administración sigue creyendo que la gente es peligrosa, que las cervezas en los andenes justifican sus arbitrariedades de policía, que su misión es guardar a los ciudadanos para proteger su idea de orden y juicio: “¡Portate bien!” deja de ser un consejo en letra de cuaderno para convertirse en una amenaza en planilla de inspección.

Mientras cientos de ciudades en el mundo buscan reivindicar la calle y han entendido que solo quienes permanecen en el espacio público son ciudadanos capaces de opinar y construir, mientras el Centro (bueno, sus habituales y no sus vigilantes y propagandistas de cartel) sigue convocando y descubriendo huecos, corredores, esquinas y bancas para parchar, la Alcaldía busca apagar la luz, cerrar el paso a quienes no solo soportan espacios protegidos por empresas de seguridad y salir a celebrar los grandes golpes a su propia credibilidad.

Estamos cerca del decreto de las zonas de tolerancia, los toques de queda y los empadronamientos. Un número para ingresar al Parque del Periodista y otro para salir, una profesión probada para usar una banca pública, un examen de sangre para justificar el tránsito continuo donde venden coca y marihuana, una manilla naranja para demostrar que uno se porta bien y merece un aprobado en la cédula. La Alcaldía de Medellín quiere rejas, policías, parques vacíos y vallas con sus cifras de ejecución en obras públicas. UC

Tomada de caracol.com.co
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