Número 63, marzo 2015
CAÍDO DEL ZARZO
 
Semáforos
 
Elkin Obregón S.

Nombraba hace poco la maestra Beatriz González a dos clases de artistas: los que están ante un semáforo en rojo, y los que enfrentan uno en verde. El símil es claro: los primeros ya no avanzan, los segundos —como ella misma, piensa uno— siguen siempre hacia adelante. Muy discretamente aludió, entre los hombres del rojo, al gran maestro Fernando Botero. Y yo, que no soy crítico ni nada que se le parezca, adhiero humildemente a esa opinión.

Sobre todo si me acuerdo de esa época boteriana, que insurgió con su Homenaje a Mantegna, ganador en 1958 del Salón Nacional de Arte, en medio de los vituperios de académicos de todos los pelajes. A ese cuadro siguieron, más o menos a lo largo de una década, obras como Los arzobispos muertos, Monalisa niña, Retrato de Ramón Hoyos, Homenaje a Sánchez Cotán, etc., y varios bodegones, acuarelas y carboncillos espléndidos. Después pisó el acelerador, y empezó a pintar de otro modo; debió de gustarle lo que vio, porque aplicó el freno. Y siguió pintando cosas muy buenas, qué duda cabe, pero casi todas con un tufillo de poeta del reino, más allá del bien y del mal (por fortuna, en medio del camino de su vida encontró la escultura. Muchos creen que sus obras escultóricas son meras traducciones de sus gordas pintadas; craso error, creo: son ellas, solas, soberbias en sí mismas, y cargadas, como su primera pintura, de tradiciones milenarias y frescas. Ante “La Gorda”, hasta el Parque de Berrío es un ágora).

Otro que nunca frena es David Manzur, para mí, hoy, el mayor artista plástico de Colombia, y uno de los pocos, como el mismo Botero, que insisten en el lienzo y el caballete. Su trabajo siempre nos sorprende, siempre nos asombra y, si algo en él permanece invariable, es su prodigiosa técnica, no lejos tal vez de los maestros del barroco. Y barroca quizás es su pintura, rica de sombras y sugerencias y recados que nos tocan y nos inquietan. Él mismo lo explica, en una entrevista reciente: “Ese asombro lo produce algo a donde no llegan las palabras”.

Y luego, la pincelada final: “De eso se trata: de no repetirse, de no darle gusto a David Manzur…”.

 

Elkin Obregon

 
 
 
CODA
Pensaba regalarle a la biblioteca de Eafit unos cuantos tomos de mi colección taurina. Desistí de la idea, al leer que su director, Héctor Abad, políticamente correcto, tilda a los taurinos de sanguinarios. Eafit se lo pierde. Podrían haber ido esos libros, incluso, a la zona infantil, pues no contienen escenas de sexo ni de violencia. No enumero los títulos, por falta de espacio, pero aclaro que no aparece en ellos Hemingway, que no sabía de toros. O sí sabía, pero los miraba con ojos anglosajones, ciegos para ese mundo. En rigor, para saber de verdad de toros hay que haber nacido al lado de La Giralda. O llamarse uno Aranguito.
UC

 
 

Carta al Director

Quiero referirme a la coda publicada en la columna del gran articulista, mejor dibujante, inmejorable bohemio e irredento taurófilo Elkin Obregón.
Me extraña que haya desistido de regalar a la Biblioteca de Eafit "unos cuantos tomos" de su colección taurina. En esta biblioteca tenemos libros sobre el duelo con espada y pistola, y al director de la biblioteca no le gustan los duelos; hay innumerables libros religiosos, y no soy creyente; hay libros sobre la tortura, el fascismo, el marxismo, la astrología, y todos estos temas se alejan mucho de mis preferencias personales. Así que con mucho gusto recibiríamos los libros taurinos del nunca bien ponderado columnista.
El hecho de que la tauromaquia me parezca un espectáculo degradante y sanguinario, no me hace un censor de los libros de ese tema: al contrario, en una buena biblioteca debería haber muchísimos libros a favor y en contra de los toros. Ese espíritu abierto y liberal es el que aquí nos caracteriza.
Así que si Elkin Obregón recapacita, con mucho gusto le recibimos sus libros taurinos en donación. O también se los compramos, si no los tenemos, como hicimos recientemente, cuando tuvo a bien vendernos obras de su pertenencia.

Cordialmente,

Héctor Abad Faciolince
Director
Biblioteca de la Universidad Eafit

 
 
 
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