Número 63, marzo 2015

Entre nosotros se diría que se quedó cantando en la caseta.
Juglares les dicen a esos guitarreros como a nuestras leyendas
vallenatas. Javier Krahe prefirió la tarima a los escenarios. La
entrada barata, la cerveza fría y las mayorías femeninas son su ley.

 

La voluntad del juglar
Silvio Bolaño Robledo.

 

Javier Krahe viaja desde hace más de treinta años por la península ibérica, de club en club, junto a sus fieles pajarracos de fortuna. También lo acompañan en escena una copa y un purito. Su cuerpo baila en contrapunto con una voz tan dulce como ajada, la cual entona con el pudor del que siente miedo a equivocarse. Con su barba, su pelo, la convicción de su mirada y un gagueo que le otorga seguridad en el discurso, el trovador hipnotiza al público que lo escucha por primera vez.

Sus versos evidencian conocimiento del oficio, dedicación y la auténtica picardía de la lengua. Su lírica rezonga un eco de Góngora y del Siglo de Oro español. Krahe canta con libertad sobre la inmanencia del hombre y su desesperanza en las religiones (El cromosoma), así como se mofa de sí mismo y de la fe en la que fuera educado.

...San Cucufato, te enciendo este cirio
devuélveme el amor, aquel viejo delirio.
San Cucufato, los cojones te ato
si no me lo devuelves no te los desato...
(San Cucufato).

Sus canciones afrontan con humor temas sexuales como la masturbación y el tamaño del miembro viril (Mi mano en pena; Burdo rumor...); reconstruyen relatos épicos desde el caleidoscopio de su ética libertaria, cuya visión supera en matices a la de la ortodoxia feminista (Como Ulises...); o retoman con frescura ideas clásicas de la filosofía (“sed y más sed, es la cuestión/ en la taberna de Platón”), reflejando un vital estoicismo.

...Sacudir con corriente alterna
reconozco que no está mal;
la silla eléctrica es moderna
americana, funcional...
Pero dejadme, ¡ay!, que yo prefiera
la hoguera, la hoguera, la hoguera...
(La hoguera).

Krahe logra contar relatos sobre el amor bienaventurado con una hondura poética que es más fácil de hallar en composiciones sobre el abandono o la desdicha (Nos ocupamos del mar; Contra el Alzheimer...); en ellos habla de la infidelidad con una extraña picaresca en la que no existe el valor de la pareja como posesión, ni acaso el del sexo como exclusividad del esposo (No todo va a ser follar; Navalagamella...), ridiculizando al machista que habita en nuestra conciencia (¿Dónde se habrá metido esa mujer?; Vecindario...).

Con setenta años, trece discos, un cancionero publicado por Visor y conciertos con salas llenas semana tras semana, es sorprendente que Javier Krahe no sea conocido en Colombia. Sorpresa fácil de explicar: el madrileño ha sabido irritar a los poderosos y a sus mamasantas. Y ya lo dijo el padre de los poetas: el cantor que se enfrenta al tirano está indefenso como el gorrión ante el ave de rapiña.

El 14 de febrero de 1986, en el teatro Salamanca de Madrid, Joaquín Sabina ofreció un concierto que sería retransmitido por TVE. Un recital memorable junto a varios de sus amigos, entre ellos Javier Krahe, uno de sus compañeros en la célebre Mandrágora. Felipe González había llegado al poder por el PSOE y la madre patria entraba de su mano a la OTAN. Esa noche el juglar fue censurado por la democracia: las cámaras de TVE se apagaron cuando, ataviado con un penacho de una sola pluma y un pito carnavalero, saliera al escenario junto a Sabina para interpretar su Cuervo ingenuo. Felipe González reaccionó con soberbia: era intolerable que el gobierno socialista fuera ridiculizado en televisión pública por la bohemia de Madrid. TVE le propuso a Krahe que cantara dos canciones diferentes y eligiera una de ellas para su retransmisión. Pero él prefirió apelar a su derecho a hablar de temas de actualidad y cantó, desatando el júbilo de los madrileños que lo aplaudieron de pie (con excepción del alcalde):

...Tú, mucho partido
pero ¿es socialista, es obrero
o es español solamente?
Pues tampoco cien por cien
si americano también.
Gringo ser muy absorbente.
Hombre blanco hablar con lengua de serpiente...

Cuervo ingenuo no salió al aire y al cantante le fueron cancelados sus contratos en los ayuntamientos. Su canción Marieta (versión al castellano de un divertido tema de George Brassens) fue censurada como “no radiable”. De acuerdo con su testimonio en el documental tipo road movie Esta no es la vida privada de Javier Krahe, el autor recibió anónimos durante los días previos a su actuación en el teatro Salamanca. Como explica Joaquín Sabina: “era hablar de la OTAN y de Cuervo ingenuo...”.

No obstante, Krahe cuenta con seguidores que agotan las entradas de sus presentaciones días antes del evento, así como una agenda envidiable por cualquier músico. Se presenta con sus mosqueteros (Javier López de Guereña, guitarra; Fernando Anguita, contrabajo; Andreas Prittwitz, vientos) en un circuito de clubes con los que negocia el precio de las entradas, aunque deje de ganar dinero para el beneficio de su público. No está bien pedirle canciones: si te atreves a hacerlo quizás la suprima del repertorio, pues se trata de su concierto. “Yo quiero cantar en un sitio donde la entrada sea barata, se sirva cerveza fría y vayan más muchachas que muchachos”, ha dicho a Buenafuente.

Su forma de trabajar tambien es inusual: da recitales constantemente y toma vacaciones durante el verano. De esta manera, mientras otros cantantes tienen sus días de mayor trajín, Krahe prepara mariscos y versos en su casa del Zahara de los atunes. El malasañero tiene un concepto del trabajo lejano al ora et labora de San Benito o al de la ética protestante: ni cantar ni escribir son para él una carga laboral, su vocación consiste en no sostener ningún yugo. Su último disco de 2014, llamado Las diez de últimas, fue vendido junto a una edición del libro de Paul Lafargue El derecho a la pereza (1880). “Es que no es verdad que el trabajo dignifique a la persona —afirma Krahe en el documental—. Vamos, no hay ningún mamífero al que se le ocurra trabajar más que para comer, pero si tiene la comida no hace nada, y nosotros somos mamíferos...”.

Su humor no se menoscaba cuando reconoce el vértigo que siente al recordar que en veinte años no estará en escena pero que, finalmente: “con resfriado, la sed de inmortalidad ya apetece menos”. Ejemplo de una personalidad insumisa que no ha dejado de generar controversias y persecuciones, como cuando un canal retransmitiera, sin su conocimiento, un pequeño corto en el que una mujer enseña a cocinar un cristo al horno. Se trataba de uno de aquellos cortitos que grabara 35 años antes junto a su amigo de colegio Enrique Seseña, llamados Diez comentarios. Javier salió venturoso de un promocionado litigio medieval por escarnio de las creencias religiosas, pero el documental Esta no es la vida privada de Javier Krahe sufrió la autocensura de la industria y no fue presentado en América Latina.

Con Seseña comparten la anécdota de haber causado el asombro de los trabajadores del Prado cuando, a sus nueve años, iban solos al Museo tras haber descubierto que el lunes la entrada era gratuita. Pero esta no es la historia del genio que descollara en su arte a edad temprana. Si bien comenzara en su juventud a escribir canciones para que su hermano las musicalizara y otros artistas las interpretaran, no contempló el dedicarse a cantar antes de intentar con la economía, el cine y la publicidad.

Fue durante sus años de estadía en Montreal que, inspirado en George Brassens y Leonard Cohen, Javier Krahe descubriera su vocación: no había algo mejor que escribir sus propias coplas, cantarlas en teatritos, que a la gente le gustaran y además le pagaran por ello. Sopesó que sería difícil crear una obra como la de estos autores pero que, en el intento, podía hacer la suya propia. Entonces, con treinta años, encaró a su mujer: “Mira, Annick, me voy a hacer cantante...”, y la convenció de que conseguiría su primera guitarra y a los cuarenta ya estaría cantando. Cinco años le bastaron para subirse al escenario.

Al Poncho
Brundsttat, 2 de febrero de 2015

 

La voluntad del juglar

La voluntad del juglar

La voluntad del juglar

La voluntad del juglar

La voluntad del juglar

La voluntad del juglar

 
No todo va a ser follar
Por Javier Krahe

También habrá que saltar a la pata coja,
y habrá que coleccionar sellos de Nigeria,
no todo va a ser follar,
no todo va a ser follar,
y habrá también que apretar una tuerca floja
y habrá que ir a trabajar,
no todo va a ser follar,
por una miseria.

Y habrá también que llevar a arreglar el coche
y habrá que quitarle el polvo a la biblioteca,
no todo va a ser follar,
no todo va a ser follar,
y habrá que cerrar el bar al morir la noche
y habrá también que pagar,
no todo va a ser follar,
lo de la hipoteca.

No todo va a ser follar,
ya follé el año pasado
a la orillita del mar
con una mujer sin par
que después me dio de lado,
lo recuerdo, algo tocado
pero sin dramatizar,
no todo va a ser follar,
no todo va a ser follar.

También habrá que llamar a la pobre Alicia,
y habrá que modificar la ronda nocturna,
no todo va a ser follar,
no todo va a ser follar,
y habrá que desmenuzar la última noticia
y habrá que depositar,
no todo va a ser follar,
el voto en la urna.

Y habrá también que comprarse unos calcetines,
también habrá que regar esos cuatro tiestos,
no todo va a ser follar,
no todo va a ser follar,

 
y habrá que documentarse sobre los delfines
y habrá también que firmar,
no todo va a ser follar,
muchos manifiestos.

No todo va a ser follar,
ya follé el año pasado
a la orillita del mar
con una mujer sin par
que después me dio de lado,
lo recuerdo, trastornado
pero sin exagerar,
no todo va a ser follar,
no todo va a ser follar.

También habrá que invitar a una barbacoa,
y habrá también que acercarse hasta el quinto pino,
no todo va a ser follar,
no todo va a ser follar,
y habrá que intentar cruzar Núñez de Balboa
y habrá que ir a consultar,
no todo va a ser follar,
a un buen otorrino.

También habrá que admirar a la mona Chita,
y habrá también que jugar a pares o nones,
no todo va a ser follar,
no todo va a ser follar,
y habrá que resucitar por la mañanita
y habrá también que cantar,
no todo va a ser follar,
muchas más canciones.

No todo va a ser follar,
ya follé el año pasado
a la orillita del mar
con una mujer sin par
que después me dio de lado,
lo recuerdo, obsesionado
pero sin llorar,
no todo va a ser follar,
no todo va a ser follar.
 UC

 
 
 

La voluntad del juglar

La voluntad del juglar

La voluntad del juglar

 
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