Número 109, agosto 2019

EDITORIAL

Mucho orgullo y poca monta

 

Hace cuatro años el 58% de los ciudadanos con cédula en Medellín no encontraron un candidato a la alcaldía por el que valiera la pena poner un voto en las más de 4000 mesas instaladas. Más del 51% no votaron y algo más de 6% decidieron marcar en blanco. Entre los candidatos había un exalcalde, exconcejales con una larga historia política en la ciudad y un exprecandidato presidencial con patrocinio de su jefe. Eran cinco aspirantes que tenían un relativo reconocimiento público, una trayectoria electoral y habían hablado de la ciudad con diferentes acentos y variados aciertos. Este año tendremos un tarjetón con quince fotos, dos mujeres y trece hombres, una extensa lista de optimistas. Anónimos algunos, conocidas al paso otras, aparecidos varios, funcionarios de ocasión los más. Un reciente sondeo de opinión muestra que al menos el 56% de los encuestados no conocen a catorce de los quince inscritos para las elecciones del 27 de octubre. Hay once candidatos a los que por lo menos el 75% de los interrogados dice no “distinguir”.

Es claro que la ausencia de un liderazgo convincente, de unos candidatos con ideas y correría, de opciones con una mínima definición ideológica crea dispersión y apuestas al oportunismo. Si el asunto será una ruleta de maquinarias, dedazos de última hora, palos publicitarios o apoyos millonarios… ¿Por qué no poner unas cuantas fichas, buscar un golpe de suerte? La política personalista que se ha ejercido en las últimas décadas en Medellín y Antioquia ha dejado unos cuantos jefes de combate y una tropa silenciosa e incógnita que solo espera ser ungida. Los ciudadanos se sienten hoy como los hinchas que han dejado de seguir su equipo durante tres años y al volver al estadio se preguntan, ¿Quiénes putas son estos?

Entre los candidatos tenemos un antiguo vendedor de pilas, un expersonero que solo podría pelear una silla en el Concejo, un exviceministro que no conocen ni en Bogotá ni en Medellín, funcionarios y funcionarias que solo marcan en las escaleras de La Alpujarra, una pastora sin redil, un quemado de oficio y otros tantos recolectores de firmas. Hoy tenemos un presidente cuya gran virtud fue ser el señalado por un expresidente para las divisiones menores de su partido, haber logrado una curul en el senado en una lista cerrada, sin tener un solo voto propio, y hablar un inglés digno de un burócrata internacional con trece años de oficina en Washington. Aunque parezca increíble las encuestas de hoy nos hablan de una posible elección siguiendo esa ruta. Nuestra elección local tienen un triste hashtag: #eldefulanodetal. Medellín no tiene siquiera alguien de la farándula, el deporte, los medios o el sector privado en la brega por la alcaldía. La segunda ciudad del país muestra un desalentador desdén por lo público, un doloroso retrato de la anemia política y la apatía oficial. Mucho oficinista y poco candidato. Con ese panorama será mucho más fácil comprar votos, el precio será mucho menor. Al fin de cuentas, si no conozco a nadie en el tarjetón al menos le saco un peso al deber ciudadano, al deber en la tienda, en la factura, en el gota a gota.

Al mirar algunos de los planes de gobierno se encuentran proyectos y disparates que hacen pensar en tareas escolares, en lluvias de ideas en casas de campaña, en populismo para desprevenidos y redundancias para desubicados. Van unos pocos botones de la muestra. Un candidato propone reconstruir el Teatro Junín, al parecer vio unas fotos viejas y se le prendió el flash. Todavía no aclara si tumbará el Coltejer para que el teatro ocupe su puesto original. Otro promete meterle treinta mil sillas más al Atanasio, mejor dicho, tirarle la plancha por si de pronto vienen el Real o el Manchester City. Ver mucho la Champions puede ser perjudicial para el mínimo sentido común. Ese mismo quiere hacer parques lineales y ciclorrutas en las quebradas de los barrios altos. Propone alianzas público privadas para comprar las casas que se levantan en las orillas. Seguro va cobrar el uso del malacate para subir las ciclas. Es el mismo que propone un programa de bicicletas públicas y gratuitas en la ciudad. Seguro cree que el programa EnCicla es en Bucaramanga. Un exfuncionario de esta administración, oficinista incógnito en su momento, secretario agazapado como el que más, ahora habla de transparencia y dar la cara a la comunidad. Hasta ahora parece más una valla ambulante que otra cosa. Una de sus propuestas es un cable al Cerro Nutibara, el mismo que su exjefe está remodelando como un espacio para el ejercicio físico. Se merece la alcaldía del Pueblito Paisa. También hay un genio que propone erradicar las PM 2.5, las partículas más pequeñas y más dañinas por la contaminación del aire. No especifica si lo quiere hacer vía decreto o por amenaza de comparendo policial. Y no se puede dejar por fuera eso de llevar el zoológico al Cerro El Volador, para que el león cuide a los cometeros de un posible atraco. El antiguo vendedor de pilas se compromete a cambiar la idea del vehículo particular como símbolo de estatus por ideas como la educación, la gastronomía, la recreación. Algo así como cambiar el carro por el food truck.

Esas son apenas algunas de las ideas, seleccionadas a ojo por ciudadanos curiosos, tuiteros laboriosos y activistas ociosos. Mucho de sueños frívolos e inútiles en una ciudad con su empresa de servicios públicos en problemas que casi rebosan la presa, con el peor aire del país, con el récord nacional de inequidad, con tres años de homicidios al alza, con miles de profesores que ganan lo mismo que el vigilante del colegio, con más de ochenta mil jóvenes que ni estudian ni trabajan, con diez de las veintiuna estructuras armadas ilegales más grandes del país en el Valle de Aburrá, con el setenta por ciento de su territorio con buena aplicación de la vacuna de cada día. Medellín se ve grande para el tamaño de sus candidatos y sus problemas se ven enormes frente a algunas de las propuestas. UC

Mucho orgullo
y poca monta

Universo Centro N°109

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