Número 116, julio 2020

Esta tercera entrega del diario de Massimo Pareja, médico intensivista, para Pensar la Quarentena, da cuenta de la relación médico-paciente-familias justo en este momento de pico. Para conocer los demás diarios visite quarentena.universocentro.com.

 

La marea del coronavirus y el duelo familiar

Massimo Pareja. Ilustración de Coste Montenegro

 

Ilustración de Coste Montenegro

La tan esperada ola de pacientes infectados con covid-19 finalmente está empezando a llegar a las unidades de cuidado intensivo de Colombia, después de la miniola que tuvimos al inicio la cuarentena y la posterior tensa calma que generó el pasar de los días cuandonos preparábamos con reuniones virtuales, entrenamientos y simulacros; y despuésde velar nuestras unidades vacías,con uno que otro caso de Covid-19 producto de las personas con actividadesesenciales que resultaron infectadas .Fue el primer momento, el tanteo inicia len un tiempo de tanteos.

Posteriormente llegaron casos esporádicos que se generaron con las primeras excepciones y con los que empezamos (por la descripción amplia de caso nacional del Ministerio de salud) a tener muchos pacientes sospechosos, de los cuales unos pocos fueron saliendo positivos al realizarles la PCR, aumentando de manera lenta pero creciente. Hasta ahora, cuando los pacientes que ingresan con la definición de caso sospechoso por covid- 19 se convierten cada vez con mayor certeza en pacientes confirmados con covid-19, al menos los que llegan a UCI. Ahora las unidades de cuidado intensivo en las que trabajo con mi esposa, también intensivista, se encuentran con un volumen muy importante de pacientes producto de la pandemia, desplazando cada vez más a las patologías habituales.

Esta mutación en la marea en las UCI ha coincidido con un efecto curioso en las familias de los pacientes, que han venido cambiando su manera de relacionarse con nosotros los médicos, un efecto que probablemente no se sintió en Europa, Asia y Norteamérica ante la ausencia de una larga cuarentena previa al pico de contagios.

En Colombia, cuando empezamos la cuarentena las familias nos veían, curiosamente, con mucho más respeto del que nos han visto a los médicos en los últimos veinte años, era una sensación bonita sentir que te agradecen por lo que haces, incluso desde el ingreso del paciente, sin haber hecho nada aún, mostrando una confianza absoluta en nuestro hacer diario y, si se quiere, en nuestras instituciones. Todo lo anterior posiblemente mediado por el miedo y por la empatía, dada la connotación de “héroes” que se les dio a los médicos en el mundo con pleno pico de la pandemia en los países desarrollados.

Se sentía raro ver a través de las ventanas de la UCI aplausos al personal de salud cuando nuestro turno estaba suave con una ocupación de las UCI muy baja. Era una sensación rara y gratificante.

Así duramos casi toda la cuarentena, acompañados por la incertidumbre y el miedo de muchas familias, hasta que el país empezó a “liberar la economía”. Ahí se presentó el primer cambio, fueron apareciendo las fases del duelo de esta pandemia para muchas personas, empezando obviamente con la negación.

Esta fase se alimentó con el caldo de las redes sociales y con algunas declaraciones de funcionarios que hicieron énfasis en los números favorables para mostrar una muy buena gestión y pusieron especial interés en las UCI, previendo lo que se vendría al iniciar una liberación de la cuarentena. Desde el gobierno se puso en duda el uso adecuado y la ocupación de las UCI y esto coincidió con teorías conspirativas sobre posibles carteles con incentivos a las instituciones y a los médicos para “rotular” pacientes como covid y obtener ganancias.

En este punto la relación médico-paciente- familias comenzó a cambiar, aparecieron las tensiones y la necesidad de dar mayores explicaciones por parte del personal de enfermería y de los propios médicos. Casi gastábamos más tiempo y dedicación en explicar por qué los pacientes eran ingresados a la unidad que en la misma atención clínica. Hacíamos entonces de psicólogos, explicábamos nuestra razón de ser como médicos y respondíamos una auditoría económica.

Posteriormente llegó la fase de ira que afortunadamente duró poco. Los pacientes se demoraban en consultar porque no estaban de acuerdo con que los rotularan como covid en las clínicas, donde pensaban que al llegar inmediatamente irían a cuidado intensivo y se conectarían a un ventilador mecánico. Ni siquiera los pacientes con patologías no respiratorias se salvaron de esas especulaciones. Varios de ellos terminaron en cirugías mayores por esperar en casa, a pesar del dolor, con tal de no consultar, todo por la desconfianza que ya generaba el ingreso a una clínica u hospital.

Durante esta fase varias veces nos encontramos familias a la defensiva, hablando con grosería, insinuando que incurriríamos en mala práctica con su familiar, que se realizarían procedimientos adicionales o que se haría todo lo posible para “convertirlos” en covid. Situación difícil de sortear teniendo en cuenta las actuales restricciones de comunicación cuando en las unidades de cuidado intensivo las visitas son muy limitadas y el intercambio de información es telefónico o por videollamada cuando las condiciones del turno lo permiten.

Actualmente pienso que estamos en una nueva fase de negación, los casos han aumentado como era de esperarse, cada vez nos acercamos a los doscientos muertos diarios y estamos en un caso por cada mil habitantes, por lo que el fantasma del coronavirus crece al interior de las familias. Y nuevamente se aprecia algo de miedo y un renovado respeto al personal médico y paramédico, pero eso sí, luego de una explicación aún muy extensa y un entendimiento más claro de lo que puede llegar a pasar con el paciente, incluso si fallece, porque sí, en esta fase ya estamos hablando de la muerte cuando los pacientes ingresan a una UCI. Y no solo de la muerte, porque de eso hemos hablado siempre con las familias, ahora estamos en la obligación de explicar con detalle todos los protocolos sobre cómo será embalado el cuerpo, su identificación y traslado a la funeraria, la posibilidad de no tener rito funerario a pesar de una prueba negativa para coronavirus, cosas de las que nunca hablábamos desde el ingreso de los pacientes.

Me imagino que vendrá, cuando estemos llegando a la cresta de la ola, una fase de depresión, en la que será más duro que nunca despedirse de algún familiar al llegar a la UCI ante el nivel de miedo en el ambiente y la posibilidad alta de fallecer a causa de coronavirus. Habitualmente, en época prepandemia, alrededor del treinta por ciento de pacientes que ingresan a UCI mueren versus 40-50% en el que estamos ahora. Y esperamos recobrar una total confianza en lo que hacemos desde urgencias hasta la UCI. Veremos pacientes con enfermedad general no respiratoria que al no tener posibilidad de camas necesitarán una remisión a otra institución o incluso ser manejados indefinidamente en salas de cirugía hasta disponer de una cama en la unidad, lo cual va a generar un gran nivel de estrés y tristeza entre familias y personal de salud.

Y quizás al final de la ola, o ya bajando la cresta, veremos el nivel máximo de aceptación, en el que muy posiblemente afloren los sentimientos que observamos al inicio de la cuarentena y otra vez el personal de la salud y en especial todo aquel que esté en primera línea contra el covid-19 va a sentirse valorado, va a sentirse importante y, por qué no, imprescindible en la sociedad donde vive. Vendrán expresiones y manifestaciones de cariño y gratitud. Sin embargo, lo único que esperamos quienes estamos en este frente es un agradecimiento sincero, tal como lo han hecho la mayoría de las familias conmigo y con nuestro equipo durante años de ejercicio de la medicina y el cuidado crítico.UC