EDITORIAL
Revivamos nuestra historia
La mecanografía ha sido una de las palabras preferidas de nuestros encabezados y nuestras discusiones. Tiene algo entre anacrónico y elemental, algo que rehúye la solemnidad y los embelecos de última hora. Simplemente describe el ejercicio de quienes se inclinan sobre el teclado, la expectativa del que busca hilar una historia, la paciencia de quien piensa mientras aporrea las teclas. Nos sirve además para igualar a escritores, periodistas, espontáneos con ínfulas, poetas desbordados y académicos de cuadrícula. Todos bajo una misma lámpara —Diógenes siempre será un guía— que pretende esculcar, insistir, rayar, mentir, dudar y tambalear. Cualquiera puede hacer que las teclas resuenen contra el papel, quienes fungen de pianistas y quienes pretenden romper el rodillo con el punto final.
El antro también se convirtió en una palabra distintiva. Antes de destilar tinta sudábamos alcohol. Y la barra de El Guanábano ha sido nuestro eje horizontal durante diez años. Soporte y ruina. Ya lo dijimos hace unos cuantos números: Universo Centro nació como una simple provocación, una chispa que prendió con la ayuda de un poco de alcohol. La falta de pago siempre se puede paliar con unos tragos y muchos de nuestros colaboradores han convertido nuestro altillo en abrevadero. La palabra sirve como repelente contra los pudorosos e imán para algunos desatinados con ideas. Y hay una gran ventaja para los obligatorios en el antro de redacción: las conversaciones en la barra pueden tomarse como horas laborales y siempre hay un cronista de libreta para rescatar a los enlagunados.
Independencia es al tiempo un piropo y un señalamiento, una condena al equilibrismo y una autorización para la desvergüenza. La palabra es sin duda tentadora, pero genera expectativas que causan temor y pudor. La verdad ceñuda, la denuncia automática, la indignación obligatoria son muy cercanas a las ínfulas de soberanía.
Por eso nos hemos visto obligados algunas veces a decir que no se tomen muy a pecho nuestras retahílas, que descrean de las sentencias, que den por vivos a los muertos que enterramos en nuestras páginas. Por esa chapa de independientes algunos han cuestionado los avisos institucionales que nos acompañan, nos han señalado de fletados y zalameros. Reconocemos ser una “mafia de garaje” y repetimos que nuestra gran independencia radica en que a mitad de mes si acaso tenemos clara la mitad de nuestro contenido. Dependemos de nuestros colaboradores ad honorem, del departamento de apariciones de última hora, de alguna señora de los milagros que deja caer un cuento. Los amigos dictan y nosotros copiamos. También nuestros lectores nos salvaron una vez hace un año. Los invitamos a seguir ayudando a nuestra limitada independencia y a seguir aportando a nuestras dependencias.
La mezcla ha sido otra de nuestras características involuntarias. Fuimos armando un equipo sin entrevistas ni hojas de vida. Guiados por una suma espontánea de periodistas de cartón, humoristas por cuenta propia, mentirosos con criterio y biblioteca y eruditos sin bastón, además de una colección de dibujantes, ilustradores y artistas dispuestos a leer. Tal vez eso ha servido para que Universo Centro sea apetecido en colegios y mesas de jubilados, buscado por ingenieros y antropólogos, consumido por bazuqueros y secretarias. A todos, nuestra gratitud por buscarlo en las salas de espéralo. Sabemos que la promisión de lectura es nuestra principal obligación.
Es hora de cerrar este pequeño diccionario UC para dejarlos en libertad de escoger el número carnudo que tienen entre ojos. Esperamos que lo gocen, lo espulguen, lo recorten, lo coleccionen y lo vendan si es posible. Gracias por la compañía, gracias por disfrutar de la prensa que cuenta y miente, que alegra y subraya, que mancha y ríe. ¡Salud!